viernes, 28 de noviembre de 2008

4 C

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Asómate al otro lado del muro: ahí estoy yo.

Cómo me las he arreglado para estar siempre del otro lado, no me lo preguntes,

nunca lo he entendido.

Estoy seguro que no he saltado. Mira: ni siquiera tengo masa,

ni popular ni muscular.

¿Será acaso un trasunto mental? ¿Paranormal?

Cuando un día de estos me cruce con Helena Petrovna Blavatsky,

prometo preguntarle.

Por estos pasillos uno ve gente de todo tipo de pelaje.

Está ésa que es como la versión drag de Popeye, el ojo popular,

con la mandíbula inferior prominente, como un tren en marcha

que acaba de salir de un túnel

echando humo, sí,

pues fuma a pesar de las prohibiciones

y repite la palabra “yegua” todo el tiempo.

Ha rematado un trío con otras dos muchachas

y se engarzan los brazos al hombro por el pasillo central,

como tres felices camaradas proletarias.

Yo diría que ajenas a todo tipo de felicidad o desgracia,

si acaso se preguntan por algo más implicado que un chute.

Curiosamente las palabras juegan por sí solas,

libres de toda dependencia con la realidad:

colgarse del hilo de la ausencia

las descuelga de la rueca,

y viven, sienten plenas sus vidas,

en una extraña sucesión de laberintos

que les aleja de la certeza plena de coger el aire,

retenerlo, y expulsarlo por la boca,

para que el estetoscopio repita claramente el eco del corazón:

vivo

vivo

vivo.

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(febrero 23, 2007)

© 2007 David Lago González

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