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La atracción de la provocación con su belleza espanta por igual
a las moscas y a las mariposas.
La provocación de un perfil que se desliza con la brusquedad
de una roca de desconocido pasado sobre los prados de Stonehenge.
Esa combinación antagónica imana de tu rostro,
atrayendo el metal pesado de los perdedores de buena cepa
y marca registrada. Sobre esa piel se desliza
quien asume la pasión como una riña de gallos,
sangre, saliva, buches de ron a la cabeza, las espuelas
como las alas afiladas del corazón,
o las aristas cortantes de la lengua.
Tú no abres la puerta,
y yo no saco el pie que impide que la cierres.
Estás desesperado, te apoyas en vanas palabras
para descargar la sombra que te cubre.
Estás tan exasperado,
estás trágicamente muerto de miedo;
ya ni siquiera mañana podrás concluir alguna vez.
Lo niegas todo: el mal no existe,
sólo Baudalaire lo bebió de sus flores.
Las broncas facciones transportan el salvajismo de la hermosura.
Quien venza todos los obstáculos seguramente rozará
el oro líquido de tus labios, la caricia del agua
que de tus manos podría manar
para mitigar la impotencia ante lo irremediable.
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(abril 7, 2007)
© 2007 David Lago González
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