viernes, 31 de diciembre de 2010

La última década

.

1910 Boy With Camera

Boy With Camera, 1910

.

 

Acudiré al año nuevo discretamente,

como las señoras con tacones cuando entran a la iglesia

y llegan tarde a misa,

y van sorteando la apoyatura de los bancos

con un cierto bamboleo de avión en el aire

(no se dice si camino del altar o del urinario).

El paseíllo triunfal de retirada,

concluido el arduo happening de una existencia

matizada por maderas preciosas de oriente;

verdes mares somnolientos donde la mirada

en vano procura el azul, celeste o marino,

o simplemente el turquesa de una sangre venida a menos;

y al final de los finales, existencia pues

rematada por la sorpresa infantil de la nieve.

Nunca comenzamos, y siempre estamos terminando.

La vida es la continuación de algo que ni siquiera imaginamos.

.

Para esta noche en que asumiré el retorno a la patria

pequeñísima e insignificante que me aguarda

tras la sombra de la begonia gigante de la perdida casa,

dispondré de un copinho de barro donde escanciar el ribeiro

y atenderé con los ojos cerrados

los boleros arrebatados de una diosa bahiana de pies descalzos

que en mi juventud me insinuó la senda del presentimiento insospechado

hasta en madurez llevarme al torso donde expuse mi muerte.

Benévolos y generosos, Alláh, Jesús de Nazaret, Yahveh, Ahura Mazda,

y el Olimpo numeroso, colmaron los cuernos de abundancia y corazón,

y hasta por nombre el del segundo Rey de Israel me dieron,

que significa ser “amado”; y no hay mejor amante

que quien se sabe amado por un misterio inexplicable.

Candles, cirios y velas de aromas añadidos

prenderé al anochecer, y las primeras horas serán un pétalo

que hará de barca hacia ninguna y todas partes.

.

Versos te he escrito, borracheras en las que he perdido la conciencia y el honor;

mi corazón te he dado, pero nunca pude –infeliz de mí –

cantarte una simple canción de amor.

.

(Madrid, 31 de diciembre de 2010)

© 2010 David Lago González

martes, 28 de diciembre de 2010

rose is a rose is a rose is a rose is a rose

.

DSCN6845

© Mª Gina Valero Ortiz

.

Rose is a rose is a rose is a rose*

.

Una rosa es una rosa es una rosa es una rosa, dijo una vez la señora Stein,

y, como orondo mármol, quedó hecha efigie en Bryant Park,

donde la visité el pasado año en el verano moroso de New York.

Para la misma media estación del año actual, María Gina

me enseñó que una naranja puede también ser una rosa --o viceversa.--

Pétalo y corteza se fundieron en el recuerdo de La Garrotxa

en el efímero arte de la naturaleza

sin descifrar antes el sabor de los volcanes dormidos

que yacen bajo el verde deslumbrante de la hierba.

Aunque no se vean, ellos están ahí, me dijo

mientras el atardecer nos caía sobre Santa Pau

y el hombre de la cebolla profetizaba el clima.

La luna entonces asomó sobre el cielo como un gigante,

y en la terraza donde bebíamos cerveza

entró la noche invitándose a sí misma a compartirnos,

y una noche es una noche es una noche es una noche,

como una rosa con su corteza secándose al sereno

o una naranja con los pétalos blancos.

.

*Gertrude Stein

(Madrid, 28 de diciembre de 2010)

© 2010 David Lago González

.

DSCN6842

© Mª Gina Valero Ortiz

.

 

martes, 21 de diciembre de 2010

(versos para terminar el año)

.

img_6234

.

Corre las cortinas, va a terminar el año.

He colgado una pashmina cubriendo los cristales del ventanal del balcón.

Tiene colores alegres pero desvaídos,

como mujeres de Malí alejándose por las dunas

mientras las pinta Barceló.

Me gustaría que Miquel te pintara como te veo yo,

sólo él podría hacerlo con los ojos

que tengo escondidos en el corazón.

Corre las cortinas. Ven,

y échate a mi lado. ¿Quién eres?

¿Quién fuiste, qué no serás ya más?

Después de tantos y tantos años, va a terminar el año.

Duerme, es mejor.

.

(Madrid, 21 de diciembre de 2010)

© 2010 David Lago González

Inevitable

.

Pleasure by Thomas James Corcoran

Pleasure by Thomas James Corcoran

.

 

Si no fueras el mar,

serías la balsa.

Si no fueras la balsa,

serías el náufrago.

Si no fueras la ola,

serías la espuma.

Si no fueras el vestido,

serías el cuerpo.

Si no fueras el fuego,

serías el recuerdo.

Si no fueras tú,

sería yo.

Lo inevitable somos,

no pudo ser de otra manera.

.

(Madrid, 21 de diciembre de 2010)

© 2010 David Lago González

domingo, 12 de diciembre de 2010

(A PROPÓSITO DE LA NAVIDAD) ESTAMPAS

.

 

.

Estampas

Todos en Navidad somos un poco Magos

Iosif Brodski

.

a Gisela,

intentando reparar en cierta forma mi incapacidad para contestar su “Christmas card” de cada año

.

Cuando la familia es numerosa, multi e internacional, los panes se reparten para que toquen a todos, así la Nochebuena tocaba un año en nuestra casa y otra en la dacha de mis padrinos, en el apeadero de Wooden.

En nuestro año, disponíamos a cielo raso una mesa tan larga como la noche, ocupando el pasillo de punta a punta. Y mientras el cerdo se asaba en el horno de la panadería, las mujeres se ocupaban en preparar el congrí y cocer la mandioca, entregándose al milagro de esponjear las frituras de malanga y rozar la sabiduría de Matusalén al mezclar con precisión los componentes de los buñuelos, amasarlos, y dejarlos reposar con figura de ocho antes de echarlos al aceite, allá por el atardecer.

El casabe se humedecía con agua salada minutos antes de sentarnos a la mesa, justo entrando los panaderos con el lechón en su planchuela de metal.

Al siguiente año, era la matanza en el pueblo.

Se pagaba a un mozo fuerte que le clavara certero y sin titubeos el puñal al puerco, sobre la mesa rústica, bajo el guayabo oloroso.

El calor de las pailas con agua al fuego era sofocante y se disponían a un lado las navajas para afeitar la piel del cerdo.

Los hombres lo aguantaban y el moreno grandote lo ultimaba.

Lo colgaban del naranjo hasta que vaciara toda su sangre en una cubeta para luego freírla y enloquecer a mi madre, que ya de por sí andaba medio loca.

Las mujeres preparaban un mojo con ajo, aceite y limón.

Y cuando el cerdo estaba seco sequito, lo empalaban y lo asaban a púa, muy lento muy lento, sobre carbón vegetal y ramas de guayabo, untándole el mojo con una brocha de pintar las paredes, sin mucho miramiento ni finuras, y nadie, que yo sepa, murió de indigestión.

En las islas no se andan con tanta mierda.

El mozo fuerte, además de ensangrentado, terminaba borracho, bien borrachito, y si no se quedaba a cenar, se llevaba su buen trozo pa’responder a la resaca del otro día.

La mesa se armaba en escuadra, bajo el cobertizo del patio interior: las orquídeas atardeciendo cuando los jazmines y la madreselva amanecían de olor.

Mi padrino, canario inolvidable, gustaba empapar las migas de pan en la copa de vino tinto.

Y veníamos e íbamos de la ciudad al pueblo y del pueblo a la ciudad, y de más allá, de más lejos, venían los Fagundo con dos barrigas, como era menester (decía el patriarca León Fagundo), para hacer frente a la comilona y regresar ilesos a la inmemorial Sefarad del trópico.

Y en las noches viejas, cada 365 días, nos veníamos a la Galicia de La Esmeralda, a lo que quedaba de aquel viejo Hotel “Cuba y España” que se hundió con el crack del 29. La Ermitas daba vueltas como una meiga a una mágica poción llamada “sopa”, mientras los dos patos que antes cuacaban por el patio trasero se asaban rellenos de melocotones y nueces y cosas raras que yo no alcanzaba a comprender, y ni siquiera me preguntaba. Mi padre y Goyanes sí se preguntaban por lo que se avecinaba, mientras brindaban con fino el desfile de casi todo el pueblo que pasaba a desear el buen año.

Lucita hablaba y hablaba sin parar, con los gatos, con nosotros, con Cuca la de Farnot, y hasta con las plantas que se abarrotaban en el patio interior dejando entre ellas solamente ese espacio felino y elástico que ni siquiera los niños podíamos atravesar.

Enrique, mi primo, que ocupaba dos habitaciones contiguas del antiguo hotel, había pintado a escala natural la impresionante figura de Mae West, que le miraba desde la pared mientras dormía.

El extenso ramaje del aguacatero daba sombra al patio primero y al segundo, y paría frutos de dos kilos, como retoños de hombre.

Y a las doce las uvas; entonces nos la comíamos tranquilamente, sin esa precipitación que nos imponen desde la Puerta del Sol, antihumana, contra natura. Las uvas había que saborearlas lentamente, para que cada mes nos fuera lento y sabroso, nos fuera suave y nos ayudara a vivir.

Y por eso yo creía en los muertos, porque todo aquello sucedía en una vida que transcurría más allá del mundo, más allá del hombre y sus miserias, y toda aquella gente, y hasta el mozo fuerte que terminaba borrachito borrachito, éramos no más que magos, y a partir de entonces lo que en adelante contáramos quedaría siempre entrecomillado por lo inverosímil, lo dudoso y los trucos del sombrero de copa que se llamaba Navidad.

.

(Madrid, 25 de mayo de 2000)

© 2000 David Lago González

domingo, 5 de diciembre de 2010

LA PAZ DEL MUNDO

.

tumblr_l99egdMTBZ1qz6f9yo1_500

.

Hay algo admirable
en la forma que posees y te entregas,
en las maneras en que eres poseído y te das.
Hay algo natural,
un río que corre ausente y bucólico,
un hilo de agua que se desborda y nos ahoga,
y su corriente nos arrastra como a un conductor osado
o poco precavido, o demasiado confiado en su sabiduría y su templanza.
No te cuestiones si duermes
del lado izquierdo o derecho de la cama,
boca arriba, boca abajo, de lado.
No cedas a los bibliotecarios,
a los míseros estanqueros de libros amarillentos
como lo que una vez fue el blanco desde donde reposan sus ojos;
espían, fabulan, se mofan y ocultan sus propias miserias.
¿Cómo podemos ser tantos a la vez, si sólo somos tú y yo?
Es que somos muchos, muchos más
de los que jamás podremos imaginar.
La paz del mundo, Antonio, existe cuando duermes a mi lado.

Abrázame.

(Madrid, 20 de octubre de 2006)

© 2006 David Lago González

viernes, 3 de diciembre de 2010

In my solitude

.

Eric Rondepierre

© Eric Rondepierre

.

 

La soledad es una pared llena de fetiches, de ídolos fracasados, de gente hermosa y palabras proféticas. La soledad es el traspaso del tiempo al espacio con palabras inservibles. Son también recuerdos.

Recuerdo que para darme la bienvenida al Viejo Mundo --que entonces para mí era el Nuevo, --unos amigos escogieron enviarme una postal que dibuja un hombrecillo que vuela en sentido contrario al de los pájaros y todos se miran perplejos, como preguntándose cuál es el rumbo adecuado.

Sin duda, mis amigos son, por lo menos, gente un tanto peculiar que gusta de decir la verdad con fina ironía, o simplemente observan las circunstancias que nos han convertido en raros especímenes en franco desarrollo de desaparición.

Nos desarrollamos para desaparecer, nos diversificamos para esfumarnos en las oscuras habitaciones donde revelamos los negativos que nos negamos a mostrar a la humanidad, a esa humanidad tan ávida de fotos a todo color y gente siempre sonriente, botellas de Coca Cola, sombreritos graciosos y pitidos agudos que inundan el silencio, ese silencio que podría ser tan hermoso si esa humanidad no se empecinara en aparentar la máxima expresión de la felicidad.

La soledad es una pared de la que cuelgan unos pocos recuerdos salvados del naufragio --no olvidar que yo he sido uno de los supervivientes del Titanic del futuro, y mi flotador todavía milagrosamente me sostiene sobre el agua, sin duda porque el material utilizado a principios de siglo no era esa basura con la que ahora no sabemos qué hacer, --pero los recuerdos, propiamente dichos, en sí son pocos:

unas fotos de mis padres, siempre jóvenes y alegres, pues la agonía forma parte de los negativos y de los cuartos de revelado; una foto de su boda: una ceremonia campestre de suaves enramadas y una "chusma" --bautizo recibido por boca de mi madre --que se coló y bebía cerveza a pico de botella como los norteamericanos del estado de Texas, algo definitivamente impropio para celebrar un hecho que en aquellos tiempos marcaba tanto la vida, incluso a veces hasta para siempre. Y la palabra "siempre" es cosa seria.

Está también un soneto que me dedicó Rogelio Quintana por alcanzar la libertad de abandonar para siempre --cosa seria --el Nuevo Mundo, tan nuevo y moribundo desde siempre.

Un dibujo que Enrique me hiciera con una vieja máquina Underwood.
Una foto de su boda con Gisela. En el reverso, Enrique había escrito: "A quien pregunte, dile que es un gigoló de mil dólares la hora", lo que denota una excesiva valoración de sus dotes amatorias y al mismo tiempo la sospecha de que ya la boda en sí no era una cosa tan seria y se evidenciaba que no sería para siempre, como las bodas de antaño bajo románticas y suaves enramadas.

Y hay un recuerdo muy especial y profético que hace 26 años escogió para mí una bruja amiga inolvidable. Son unas palabras de Vallejo cuando pasaba hambre en París, y es preciso que las repita ahora, en mi soledad, que es también la vuestra si por unos minutos queréis compartirla y así hacemos sonar estas inermes palabras, estas indefensas voluntades, como un coro que recita la incapacidad para a veces hacernos con la vida.
Vallejo dice:

"...Tengo que ver de agenciarme la vida. Yo no tengo, en verdad, oficio, profesión ni nada. Sin embargo, ¡tengo afán de trabajar y de vivir mi vida con dignidad, Pablo! Yo no soy un bohemio: a mí me duele mucho la miseria y ella no es fiesta para mí, como lo es para otros. Usted ha vivido mi situación en París. ¿Es que acaso no quiero trabajar? A Las Usinas he ido muchas veces. ¿Será que he nacido desarmado del todo para luchar con el mundo? Puede ser. Pero ese sobresalto diario viene a dar directamente en mi voluntad, y la apercolla y parece haberla tomado de presa preferida. En medio de mis horas más terribles, es mi voluntad la que vibra, y su movimiento va desde el punto mortal en que uno se reduce a sólo dejar que venga la muerte, hasta en punto en que se intenta conquistar el universo, a sangre y fuego."

Y poco más que pueda llamarse recuerdo: unos versos de Rolando Morelli agradeciendo su estancia en mi casa --un acto casi propio del diecinueve --con un tenue soneto de una hoja que cae sin dolor, tal vez algo así como una manera dulce de ver la muerte.

Y una foto que tomé a Segovia el 5 de Abril de 1983, un día de nieve inolvidable.

Lo demás son aditamentos: la soledad también se adorna para no parecer tan sola.

Hay una foto de Hemingway, que fraudulentamente siempre escribía sobre esos cuerpos en transición que no eran sino el suyo propio. Su esfuerzo por demostrar la hombría a toda costa ocultando su impotencia ante sí mismo y la tragedia del falo menguante. Es un descanso en una cacería, y al lado reposan su hijo, su escopeta, un río, y el tiempo.

Luego le sigue esa bella foto de James Dean con impermeable negro paseando bajo la lluvia de New York un día que debió pertenecer al otoño (la estación más apreciada por los cuerpos en transición, de los cuales, sin duda él formaba parte).

Una foto de Blanquita Amaro en "Bella la salvaje".

John Wayne siendo joven, antes de que se despeñara por las colinas irlandesas tras la pelirroja Maureen en su única película memorable.

Los cuatro Beatles con el espacio en blanco de John, ya traspasada la transición de su cuerpo.

Un extraño dibujo de Isidro Carnicero que representa una lid torera en la que rejoneador y toro cuelgan de unos globos, por encima de una multitud que parece aclamarles o simplemente llamarles "locos".

Van Morrison.  Jack Lemmon y Tony Curtis en "Some like it hot".

Lezama contrastando opulencia y poesía contra una fachada descascarada: en fin, la misma realidad que le tocó vivir.

"Rocco e sui fratelli", en ese instante en que la madre se cuelga de Rocco, como colgándose del cuerpo ausente de Salvatore, y nos brinda esa clase de llanto que sólo los sicilianos son capaces de servir en las frágiles y apasionadas copas de sus corazones.

Y Thomas Mann. Y Elvis Presley en sus primeros tiempos, años 54 o 56, cuando aún bajo la guitarra se podía presentir el volante del camión que conducía en Memphis, estado de Tennessee.

Y Marilyn diciendo: "No me gustan las playas para ponerme morena: me gusta ser rubia", lo que en realidad era mucho menos imaginativo que la frase de Queta Pando: "Si tengo una sola vida, ¡déjame vivirla rubia!".

Ah, y no olvidar a Harvey Keitel con el torso desnudo: esos pezones que nunca morderé.

Humphrey e Ingrid en ese justo momento en que él dice: "From all the gin jails in all the towns all over the world, she walks in the mine. Play it for her and play it for me! Play it!" Y Dooley Wilson comienza a recordar que un beso será para siempre un beso, y un suspiro un anhelo… por toda la eternidad.

Y hay espacios vacíos. Todavía cabe más para llenar la soledad.

Una planta voraz y carnívora que nunca se sacia.

Algunas veces, cuando escribo frente a ellos, me quedo mirándolos y me pregunto si realmente representan algo; cuando todo pasa tan velozmente que apenas si podemos retener estos trozos de instantáneas que una vez fueron hechos, personas, palabras y besos,

y hoy simplemente quedan colgados de una suave melodía de Duke Ellington que se disuelve en el recuerdo del día de ayer que apenas si logramos devolver a la imagen que queremos evocar, cuando queremos evocar algo…

en nuestra soledad.

© 199… David Lago González

.

In my solitude you haunt me
With memories of days gone by
In my solitude that never die


I sit in my chair
And filled with despair
There's no one could be so sad
With gloom everywhere, I sit and I stare
I know that I'll soon go mad

In my solitude, I'm afraid
Dear Lord above
Send back my love

I sit in my chair
And filled with despair
There's no one could be so sad
With gloom everywhere, I sit and I stare
I know that I'll soon go mad

In my solitude, I'm afraid
Dear Lord above
Send me back my love

.