viernes, 28 de noviembre de 2008

4 C - Nota del blogger (update)

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NOTA DEL BLOGGER: Decido colgar el libro "4 C" con el que he concursado para el Premio Loewe 2008, otorgado ayer a la poeta Cristina Peri Rossi. Indiscutiblemente, ni mi inocencia ni mi esperanza eran completas cuando decidí participar en un concurso, pero también siempre queda la posibilidad de la duda o del "tal vez pueden equivocarse conmigo". Hasta es posible que en uno quede la duda de la honestidad (y por "honestidad" me refiero a confiar en la del jurado por su trayectoria creativa mostrada a lo largo del tiempo). No creo que mande el texto a ningún otro certamen pues estoy un poco crecidito y lo suficientemente cansado como para estar continuamente llenándome de ridículas ilusiones juveniles con premiecitos de Cierza o de no sé dónde y mostrarlos después al mundillo intelectual como si me los hubiera otorgado Jorge Luis Borges en persona.

Me es indiferente que cuatro o cuatrocientas personas puedan llamar "despecho" a esta reacción. En algún momento he pensado reproducir aquí el poema de la autora titulado Vida de Familia y que ayer 27 de noviembre de 2008 reproducía el diario El Mundo, pero creo que, no ya la calidad del libro con el que he concursado, sino solamente el esmero que pongo en este blog, tan etéreo como la misma vida, están por encima de lo que he leído como ganador. Yo no soy un genio, pero me pregunto cuántos mejores trabajos que el mío pueden haberse presentado y pienso en cuántos como yo hemos sido insultados. Es lamentable que confundan un premio a la creación con una ONG o con el Inserso.

Cuelgo los poemas empezando desde el final, para que el orden quede como el de un libro real, físico, preferiblemente en formato de bolsillo pues detesto la cubierta dura de las ediciones lujosas. En fin de cuentas, qué es uno sino un orgulloso paperback writer.

4 C

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4 C

David Lago González

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(Madrid, 2007-2008)

4 C

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All of us living with HIV have relied from time to time and to some extent on faith in the unknown, in the allure of mystery, and on an acceptance that some greater power commands fate and destiny. It is a private place, deep and shrouded. Within this space, the nature of both hope and despair exists.

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Bruce Hackney -Tim Smith

(“Visual AIDS” curators, 2007)

4 C

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You bring me good news from the clinic,

Whipping off your silk scarf, exhibiting the tight white

Mummy-cloths, smiling: I’m all right.

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Sylvia Plath

4 C

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Últimamente, al soñar,

aparece en cada sueño un componente que fluye a lo largo de él

y sólo se detiene al despertar.

No sé qué significa en la simbología onírica:

siempre olvido la llamada de los símbolos,

y tampoco me obsesiono por ver una segunda sombra tras cada trazo,

excepto en mis estados de paranoia

cuando siempre hay una razón para mirar atrás...

Mucho menos pretendo basar mi vida en flechas,

círculos o laberintos de cualquier religión en la que no nací.

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Pero aquí se despliega El Agua todas las noches.

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No es la inquietante gota de agua

que Andrei, angustiado, dejaba caer

en cada uno de los versos que veía,

dentro de un lenguaje de códigos que sólo los del gulag

arrogantemente suponíamos descifrar...

Si no.

Es un agua que discurre continuamente,

de manera tranquila, reposada pero incontenible.

No sé de dónde viene, no veo ninguna boca de manantial;

no sé dónde va: cuerpo abajo, calle abajo...

pies...,

largos pies de una sombra que se pierde...,

refresca taaaanto la piel arrugada...

Pienso en algo que limpia,

purifica;

o en algo que indefectiblemente rueda

para desaparecer y borrarlo todo.

Comienza desde cero, la gota.

Comienza desde cero, manantial.

Pienso en ti, metida en mi cuerpo ahora.

No sé si vienes a decirme que estás aquí

para limpiar mi suciedad

o para anunciarme que partes definitivamente,

para siempre, de mi lado...

dejándome a un lado,

dándome de lado.

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Recuerdo,

como si lo hubiera vivido,

cuando Virginia Wolf, lentamente, iba entrando al río...

(febrero 3, 2007)

© 2007 David Lago González

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4 C - El presente

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Una amiga me hizo un presente meses atrás.

Di las gracias que corresponden.

No lo abrí; llegué a casa y tampoco lo hice.

Lo he dejado guardado, a resguardo del inquietante polvo,

hasta que encuentre un lugar para él.

Mi casa no es de ésas de frío diseño ultimísimo,

muebles de madera negra, cada cosa en un sitio inamovible.

Mi casa es una persona que respira,

a veces con dificultad, otras a pulmón lleno,

pero que vive con todas sus consecuencias.

Apático --¡una vez más, Dios mío!--, despreciativo,

incapaz de valorar el acto de amor de un regalo,

formalmente inadecuado, antisocial:

¡cuántas veces en los años mozos me señaló ese dedo acusador!

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El presente sigue sin abrirse,

posiblemente lo haga al volver a casa,

Pero, si lo abro ahora, ¿qué abriré entonces mañana?

Si lo abro ahora, qué me sorprenderá después,

qué pondrá dos gotas de alegría en mis ojos...

Repito: el presente

sigue sin abrirse,

y cuando digo “el presente” digo también “el presente”.

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(febrero 5, 2007)

© 2007 David Lago González

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4 C - La dama del perrito... imaginario

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Perdone la irrupción, casi violenta y audaz pero franca,

de interceptarla en medio del pasillo.

En este páramo de arenas turbias, ennegrecidas,

nada tocado por los bruscos pero hermosos manotazos de Barceló,

su elegancia externa emana desde dentro

con la triste luz de un oasis en el crepúsculo.

Inhiesta y parsimoniosa, se eleva sobre la crápula y las desgracias.

Me agrada verla ponerse los guantes cuando pasa frente a mi habitación

o mientras espera el ascensor, no sé si ansiosa, aunque resignada.

No lo comprendería; yo mismo no encuentro explicación,

pero presenciar cada tarde cómo sus finos dedos

buscan y encuentran, rellenan su molde en lo recóndito de ese fino cabritillo,

me tranquiliza;

sí, me sosiega,

porque me dice que, a pesar de todo, el mundo marcha como siempre.

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La vida nos ha jugado una mala pasada.

Su hija muy posiblemente agoniza, lejos

de la niña que había sido y de la que usted soñó que fuera.

Yo también pierdo un poco más de mí

durante estas incursiones cada vez menos esporádicas.

Pero siempre he cometido el pecado de imaginarme otros escenarios.

Usted me recuerda a Chéjov:

la dama,

portando una volandera pamela que asegura con su mano;

el paseo marítimo de tabloncillo propio de las playas de grava gruesa;

el vestido blanco, como de espuma y coral...

y el perrito,

claro,

ladrándome como al intruso que soy.

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El guante, del frío brioso resguarda sus dedos,

que presumo finos, muy delgados,

como un pequeño tenedor de plata con el que trinchar los entrantes del banquete.

Ya lo ve usted, el mundo marcha como siempre...

Y una parte de nosotros continúa vibrando con él.

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(febrero 5, 2007)

© 2007 David Lago González

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4 C - Heroína

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El campo, más que desierto, yermo..., está desolado,

como abandonado, perdido de la mano de Dios y de la del hombre.

La cosecha se arruinó.

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En medio de tanto olvido, se alza todavía un girasol.

A duras penas lucha contra el viento, el sol,

la helada de las estrellas,

la soledad,

la galopante decrepitud.

El peso excesivo de la flor abruma como una tiara impuesta por la mofa.

La fuerza a doblarse sobre sí misma,

como si fuera quedándose dormida;

o se fuera lejos, muy lejos,

tan lejos como nadie puede imaginar.

Apuesto dos duros a que se cae...

Apuesto tres a que no.

Apuesto cinco a que se tira al suelo.

Apuesto diez a que está oyendo cuanto decimos.

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Apuesto a que ella también puja.

Apuesta a que todos estamos equivocados

y ella va a salir ganando...

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Una amarga victoria

la de seguir viviendo.

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(febrero 18, 2007)

© 2007 David Lago González

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C 4 - Plaza de Tirso de Molina

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Sé que esto que llevo dentro,

como un hijo mal avenido a mi vientre,

es tan atroz

que no puede formar parte de la Naturaleza

ni haber sido concebido por ningún dios imaginable.

Sólo

el ser humano

sería capaz de tal idea,

solamente el hombre y nadie más.

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(febrero 18, 2007)

© 2007 David Lago González

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4 C - It's a private place

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Es un lugar privado.

Lo pone en la puerta, ¿no lo viste?

Dice: “PRIVADO”.

Pri va do

(se divide en tres sílabas).

El acceso es restringido,

reservado el derecho de admisión.

¿Más claro?

Dentro, estoy yo solo.

Aunque esté lleno y veas varias camas, estoy yo solo.

En realidad, aunque no veas ninguna puerta ni ningún aviso,

entiende que debes leer “Privado” y estoy yo solo.

Es mi coto, mi pradera,

mi valle y mi montaña,

mi rincón y mi explanada.

Que qué hago aquí tanto tiempo...

¿y a ti qué te importa?

Supón tú que tengo mil razones,

¿crees realmente que te esforzarías en entender alguna?

¿Y por qué se espera siempre que tenga que tener un motivo

para hablar o para callar? Algunas veces ni siquiera estoy pensando.

No sufro. No lloro. No sueño. No añoro ni echo nada en falta.

Lo más cercano a una definición

es que me acomodo a lo desconocido: hay

una paz que no puede ser descrita de ninguna manera,

solamente puede vivirse,

solamente puede sentirse desde este punto sin retorno.

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Y si has entrado furtivamente,

por favor, no des un portazo al salir:

lo que en Davos fue un recuerdo entrañable, aquí sólo es un fastidio,

un gesto más de tanta mala educación.

Gracias.

No tires la puerta, te lo suplico por favor

porque... fácilmente puedo matarte.

Ya saciaste la curiosidad; ahora, vete al infierno.

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(febrero 20, 2007)

© 2007 David Lago González

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4 C - Jeannette

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Jeannette –“como la misma de la canción”, dice- no es rebelde,

pero tiene un punto como en sentido opuesto.

Digamos, como “contraria al normal desarrollo de las actividades”,

frase que solía cerrar los informes secretos de mis años pasionales.

Nació en Francia, en una ciudad metalúrgica cerca de la frontera de Luxemburgo.

Donde los nazis intentaron lo del agua pesada y la bomba atómica,

que es el tema de una película de actores célebres.

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Jeannette pertenece al equipo de los ángeles.

Está tan viva,

es tan rápida e inesperada en sus giros,

que tan sólo verla convida a la celebración,

no sé de qué, de un banquete, de un descubrimiento juvenil,

de una caja de bombones rellenos de cointreau.

Tal vez, descorchar una botella de sidra de la Bretaña,

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y brindar,

y brindar,

y brindar y brindar...

dar vueltas y vueltas como las faldas de un derviche,

la hierba girando en remolino...

sin dejar de brindar,

y brindar y brindar...

por ti, por mí, por todo,

lo que fue, lo que no será, lo que nunca ha sido...

así...

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Tomashow, Tomashow...

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hasta el fin del mundo.

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(febrero 21, 2007)

© 2007 David Lago González

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4 C

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Asómate al otro lado del muro: ahí estoy yo.

Cómo me las he arreglado para estar siempre del otro lado, no me lo preguntes,

nunca lo he entendido.

Estoy seguro que no he saltado. Mira: ni siquiera tengo masa,

ni popular ni muscular.

¿Será acaso un trasunto mental? ¿Paranormal?

Cuando un día de estos me cruce con Helena Petrovna Blavatsky,

prometo preguntarle.

Por estos pasillos uno ve gente de todo tipo de pelaje.

Está ésa que es como la versión drag de Popeye, el ojo popular,

con la mandíbula inferior prominente, como un tren en marcha

que acaba de salir de un túnel

echando humo, sí,

pues fuma a pesar de las prohibiciones

y repite la palabra “yegua” todo el tiempo.

Ha rematado un trío con otras dos muchachas

y se engarzan los brazos al hombro por el pasillo central,

como tres felices camaradas proletarias.

Yo diría que ajenas a todo tipo de felicidad o desgracia,

si acaso se preguntan por algo más implicado que un chute.

Curiosamente las palabras juegan por sí solas,

libres de toda dependencia con la realidad:

colgarse del hilo de la ausencia

las descuelga de la rueca,

y viven, sienten plenas sus vidas,

en una extraña sucesión de laberintos

que les aleja de la certeza plena de coger el aire,

retenerlo, y expulsarlo por la boca,

para que el estetoscopio repita claramente el eco del corazón:

vivo

vivo

vivo.

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(febrero 23, 2007)

© 2007 David Lago González

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4 C - Where did you go?

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I see my light come shining from the West down to the East,

Anyday now, anyday now,

I shall be released…

Canciones…

Versos con los que nos hemos vestido a diario durante siglos,

haré lo mismo mañana cuando no esté

que ahora, que casi no estoy...

En realidad, tampoco he estado siempre siempre siempre

constantemente aquí, a la vista:

me gusta fantasmarme a la menor posibilidad.

¿Estás seguro que lo que estás viendo soy yo?

Ah, no, muchacho, you won’t see,

Cuz you won’t see me…--repiten las voces.

Pero inténtalo: I’m looking through you,

Where did you go?

Tú, amigo, recontabas el viejo repertorio en la oscura celda,

recuerdo que me dijiste...

Por ahí, por ahí voy: recogiendo los cuerpos de la última batalla.

Las bocas tosen en silencio, con pudor de molestar.

Pienso en ti, que tienes los labios de todos mis amantes.

Antes de que el sol asome, me besarán;

volveré a rozar la promiscuidad de haber amado.

We’ve got tonight, why don’t you stay?

Mañana, tal vez, me hayan expulsado del sueño...

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(marzo 4, 2007)

© 2007 David Lago González

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4 C - Raquel

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Raquel

tiene la voz del profundo horizonte

que se derrama allá en esa barrera entre lo incógnito y la mirada.

Suave y dulce como el menudo cuerpo de la rama frágil

que esconde su fuerza en la sonrisa.

Debe ser muy fácil amar a esta muchacha

y Pepe quizás sea uno de los pocos hombres tan dichosos como yo

por tener un ángel al otro lado de su cama,

o en la cocina preparando un café, tan poco celestial.

No hace milagros,

no concede ni un día más del que se tenga marcado,

pero –ah, amigo– si te sonríe,

puedes rozar el sol remolón del trópico

que, al nacer, en el ocaso lánguido

se recrea tanto como Narciso sobre las tranquilas aguas.

Raquel

halla mis venas como la levedad de una mariposa

que al tacto encuentra el néctar en el silencio de un convento.

Y sangra de la rosa la espina ponzoñosa,

del dedo el gavilán de la uña que clava en la carne

el filoso dardo de la muerte.

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(marzo 13, 2007)

© 2007 David Lago González

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4 C - Las duchas

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El cuerpo estragado

–incluso en su “delgadez extrema”, como cantaba Pablito–

se acomoda con dificultad al apaisado erguido del plato de aseo.

Cada mañana mi cautela es gigantesca,

también esa contorsión involuntaria de la paranoia

que me hace dudar entre la sorpresa del agua o del éter macabro

que saldrá por los orificios del surtidor.

Algún junkie olvidó el porro sobre el alto murete

que separa los dos manantiales de la muerte.

¿Por qué he tenido que llevar mi mano hasta tan alto,

como si levantara el puño cerrado en una señal de airada doctrina?

Ah sí, para no escurrirme sobre la intempestiva basura inconveniente.

Junk, junkies,

el agua lo limpia todo,

lo arrastra hacia la oscura cuenca del desaguadero.

Pero de nuevo revierte el miedo

a revivir ese vaho irreversible:

estamos en guerra, los gusanos al exterminio,

todos marcados en el brazo y dentro de los ojos

para ser nuestros propios espejos, es un castigo;

apenas hay espacio para la toalla y los torpes huesos,

el uniforme azul es una humillación,

y la verdadera historia de una vida es la historia de sus humillaciones.*

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(marzo 16, 2007)

*Vijay Seshadry

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© 2007 David Lago González

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4 C - Florence Nightingale

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Para cerrar aquella noche vergonzosa,

un ángel me arropó.

Me dio un beso en la mejilla

y me deseó mejores sueños, sosiego a mi desconcierto.

La infamia me había llevado a desnudarme bajo la luna,

correr por las tinieblas manchando de barros y malas hierbas mi cuerpo,

y aquel ángel me limpió en silencio,

con tanto respeto y dignidad como los que yo había perdido.

Vestía de blanco, era la más hermosa de todas,

pequeña como una dama de noche gaditana.

Severa las más, pero, las veces que cedía,

su rostro se iluminaba con una sonrisa

como liberando la rigidez de una autoridad que asumía por regla.

Aquella noche su beso me sorprendió.

No recuerdo si dormí mejor o peor,

pero gracias a ella estoy escribiendo este poema

en otra noche en la que estoy demasiado cansado

para arroparme yo solo.

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( junio 1, 2006)

© 2006 David Lago González

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4 C - Obsesión por un icono roto

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La atracción de la provocación con su belleza espanta por igual

a las moscas y a las mariposas.

La provocación de un perfil que se desliza con la brusquedad

de una roca de desconocido pasado sobre los prados de Stonehenge.

Esa combinación antagónica imana de tu rostro,

atrayendo el metal pesado de los perdedores de buena cepa

y marca registrada. Sobre esa piel se desliza

quien asume la pasión como una riña de gallos,

sangre, saliva, buches de ron a la cabeza, las espuelas

como las alas afiladas del corazón,

o las aristas cortantes de la lengua.

Tú no abres la puerta,

y yo no saco el pie que impide que la cierres.

Estás desesperado, te apoyas en vanas palabras

para descargar la sombra que te cubre.

Estás tan exasperado,

estás trágicamente muerto de miedo;

ya ni siquiera mañana podrás concluir alguna vez.

Lo niegas todo: el mal no existe,

sólo Baudalaire lo bebió de sus flores.

Las broncas facciones transportan el salvajismo de la hermosura.

Quien venza todos los obstáculos seguramente rozará

el oro líquido de tus labios, la caricia del agua

que de tus manos podría manar

para mitigar la impotencia ante lo irremediable.

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(abril 7, 2007)

© 2007 David Lago González

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4 C - That crazy little thing called…

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Esa pequeña cosa loca que todos llaman...

por nombre tan poco poético

pero tan imperativo y contradictorio

porque día a día te quita la vida y la devuelve

en un drama que comienza siendo macabro

y luego se enquista en el rincón lúdico

de este garito donde habitamos los malditos.

Toda la dulce verdad que tienen mis dolores...”

dice la canción que canta una mujer que ya partió,

estos dolores

que se han hecho en la noche hermosa y sorprendente,

siempre sorprendiéndonos

siempre maravillándonos

con la vuelta de la tuerca y la pompa del barranco

y el sol de la madrugada

siempre nuevo

siempre el mismo

siempre asombrándonos

cuando, sentado en el desaguadero, a un palmo del placer y de la muerte

tú estás y ya te has ido

y yo nunca he estado.

Bello, bello misterio

de tu carne entrando en la mía,

mi sangre inundando tu silencio

tu loco rumor sin nombre.

La obsesión por retomarte desde menos de cero, estación gélida,

es prueba de fuerza

prueba de amor, la inercia existe

más fuerte que la muerte

menos doloroso que el propio dolor

más dulce que la verdad

porque todo se confunde en esta hora

para qué precisar, la precisión

es una imposición de los poderes fácticos,

tú estás y ya te has ido

y yo nunca he estado.

¿Te basta?

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(11 de agosto de 2007)

© 2007 David Lago González

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4 C - Imprecisión, algo así

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No sé, hay cosas que no puedo detallar.

Cuando más, acercarme a decir “algo como...”, “parecía como...”

Sólo sé que venía por la derecha.

No era precisamente una luz. O sí.

Un resplandor que yo veía entremezclado al resto de las cosas normales.

Algo así como un retrato de la velocidad de la luz...

pero ni avanzaba ni retrocedía: estaba allí, simplemente.

Estuvo conmigo los tres o cuatro primeros días;

después me di cuenta que había desaparecido,

algo así como “volado”.

Mas días pasados, volvió a aparecer. Puño de luz.

Era como un puño de luz dando un solo y continuado golpetazo

a los ojos cerrados. O ¿tal vez los ojos se asomaban a tus ojos,

con la curiosidad de una ventana

que tiene un rumor a lo lejos,

sofocado por otros ruidos

menos atractivos pero más cercanos?

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¿Me llamabas, madre?

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© 2006 David Lago González

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4 C - El largo proceso hacia la curación (Side effects)

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El largo proceso hacia la curación

(Side effects)

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a Pepe

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Legiones que deambulan sobre la explanada abierta del cuerpo,

pisadas, pies tan pronto al norte como al sur,

resbalan al este, hincan al oeste sus espuelas sin caballo.

Huyen hacia Egipto, huyen de Palestina la inhóspita.

También los he visto en los campos aledaños a Tirana,

paso sin mirada, mirada sin paisaje, paisaje sin lejanía.

De pronto, alguno corre hacia el cuello,

se sumerge en esa línea tan propensa al beso

y a la rendición grotesca de las fuerzas del comportamiento,

y aparece en el antebrazo para dejar un pellizcazo

bajo la correa del reloj que sigue, indiferente, con su obsesión por el tiempo.

Sutiles legiones delicadas, numerosas

sandalias que pisan la era,

aplastan la uva a la vieja usanza gallega,

la uva de la vida que en el cuerpo bullía,

mostos, caldos, alambiques

que acompañan el proceso de curación.

¿Vendrá buena la cosecha?

¿Qué grado de acidez tendrá este vino?

¿Valdrá la pena?

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(30 de julio de 2007)

© 2007 David Lago González

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jueves, 27 de noviembre de 2008

4 C

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¡Viviste todas las pasiones de la vida!*

La pasión de la muerte, la pasión del aliento.

La pasión de sentir cómo la luz del sol, a través del alto manto de las sequoias

se filtraba hasta el liquen que en tu sueño agónico dormía

y añadía más capas a la cebolla; cómo luego el bulbo reventaba

mudado en flores y hongos y perezosas orugas

y febriles hormigas que arrastraban el tesoro a su cueva,

a la cueva de nunca jamás.

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(c) 2008 David Lago González

*Lesley Blanch

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4 C - Tarde em Itapoã

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É bom pasar a tarde em Itapoã

Vinicius de Moraes

(como lo canta Maria Bethânia)

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No he estado nunca en Itapoã,

no he pasado esa tarde exquisita de la que hablan los versos,

pero, habiendo vivido tantos años enjaulado,

tengo experiencia en esos fortuitos ejercicios de la mente

que algunos llaman “imaginación”, otros más osados “sueños”

y algunos mucho más estúpidos se obstinan en llamar “ideales”.

Itapoã;

dígase i, ta, pú acentuada levemente,

y suavizando aún más la dura lengua española hasta el desquicie total,

cierre el nombre con una a liberada sobre la que caiga

todo el peso de los ciegos ojos que ven más allá de la “janela”

el cálido escondite abierto del portugués errante

que como agua de mar acaricia el corazón con su espuma sin forma definida,

nunca más definitiva.

Tómese un respiro para saltar del “pú” a la “a”

hasta que boca y mirada se extienden en un “¡ah!”

¡aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!

y se hace la tarde en Itapoã: el sol burla el cristal de la ventana,

el cristal tramposo que no se abre del todo

para que a nadie se le ocurra ir a buscar una tarde en Itapoã.

El sonido del agua invade la habitación,

la cárcel de las paredes, la cárcel de mi cuerpo,

la cárcel de la mentira, la prisión de la ilusión,

y nunca más escucharán mis oídos

el timbre irritante de esa aguja blanca

que me repite como a un niño tonto “mañana te pondrás bueno”,

cuando ni siquiera entonces fui tan inocente.

Es bueno pasar una tarde aquí, el sol

es un sedativo que también nubla la vista,

“ensoñece” por igual distancia y cercanía.

Busca un lugareño que escale la palmera, uno que sepa bien

encontrar lo siempre dispuesto entre lo verde

y descubra por el retumbar hueco de la esfera,

el misterio del agua que nadie sabe de dónde llega.

Da cinco machetazos a la boca del coco, tú que tienes fuerza,

y dámelo en las manos para yo alzarlo por encima de mi cabeza

y como de un cántaro dejar caer sobre la mía

ese agua lechosa que me regala Dios.

Te toca a ti, Antonio; o cuando mucho, a ti, Sergio;

el primero y el último que sobresalen de la arena de Itapoã

caminando hacia atrás, hacia el que fui,

hacia el que fui y el que soy

en esta tarde exquisita de Itapoã.

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(Madrid, 20 de abril de 2008)

© 2008 David Lago González

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4 C - 4 C

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Como en cualquier otro círculo cerrado,

en estas galerías y cubículos

la imitación de la vida dispone el azar del solitario.

Saluda todas las mañanas con un “buenos días” formal y patético,

y víctima y homicida están convocados

en la punta de una aguja,

como la belleza y el espanto en un huso emponzoñado.

Cada mañana entre diez y once, la camarilla de las Makarenko

pasa revista a la observancia de sus preceptos: como en cualquier estado de sitio,

no se permiten ideas propias ni palabras que provengan del corazón.

“Cada uno deja lo que tiene”, dijo una muy fina, con cara de arpía,

refiriéndose a ciertos pudores que salen al exterior irreflexivamente.

Cada uno deja el recuerdo de lo que es,

cada uno deja el pálpito de lo que siente,

cada uno deja la delicada burla de sí mismo en su sonrisa,

en las frases que dice y omite, en los golpes que esquiva,

en las humillaciones que simula,

en el silencio con que cubre la mala sinceridad.

Hay buena y mala sinceridad, las arpías lo saben bien.

También lo saben algunos ángeles buenos.

Malvada transparencia fue la de la limpiadora

en cuyas arrugas deformadas por la contracción del enojo

se leyeron unas líneas dedicadas al demonio

para que de mí hiciera uso, o abuso, cualquier cosa,

a pesar de mis excusas por la sangre que me envenena.

Nunca podré olvidar que la mujer parecía pronta a la huelga

y habría matado si un esquirol se hubiera cruzado en su camino.

La 4 C se debate entre la caridad y la repulsión,

entre la rutina y la sonrisa amable,

entre el dictamen rígido y el juego al escondite

antes de que pasen los monarcas que no deben ver súbditos enfermos.

La cama –jergón para el descanso o lecho de muerte— rueda

por el pasillo como un patinete en busca del espacio vacío detrás de la puerta.

Aquí la presencia también es importante:

el salón debe estar ordenado,

la mesa con el mantel bordado que conjugó mi madre

siguiendo el patrón de La Familia.

Aunque la apariencia no impide

que, con una ligera discreción y el párpado entornado,

el espíritu se anime con resinas pestilentes

o una delicada nieve sobre los hombros de quien pasa siempre alegre

y habla sin cesar del fin del mundo y de su primer recuerdo

enhebrando hilo, aguja, un botón de nácar y una chapa con dos ojetes.

La voz quemada del aluminio en su fina hoja de papel

muestra un pedacito del infierno, cierta luz del paraíso,

y un patio trasero lleno de cacharros y flores muertas.

Aquí se llega para vivir o morir,

y en los festivos días del desentendimiento,

cuando la pradera se anima con las voces de los niños,

mandan las sombras fuera, a deambular entre el basurero

y las hojas que se arrastran por el suelo de los parques

cuando el otoño llega corazón adentro.

La tarea consiste en distinguir los colores primarios y los tonos,

y aprender de la serenidad con que pasan de unos a otros.

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(Madrid, 20 de mayo de 2008)

© 2008 David Lago González

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4 C - Testamento

A ti te voy a dejar las tierras

que el aire borró de los ojos de mi padre;

y la matanza del puerco en el patio trasero,

entre el limonero y el guayabo, aquel pánico en sus ojos

al negro matarife, fauno asesino de los pantanos de la Nueva Orleans;

también el cacharro donde mi madre recogía la sangre para después freírla.

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A ti te voy a dejar los puentes de Babilonia,

deshechos por la guerra y reconstruidos en la memoria del misterio.

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A ti te dejo el sueño que me despertó una mañana.

Yo regresaba a mi pueblo natal

y alguien me dejaba en su coche a la entrada del barrio.

A la izquierda un muro blanco, rugoso y chapucero

sustituía lo que originalmente dejé y no recuerdo.

Yo comenzaba a caminar al lado de esa tapia rechinante de sol,

escandalosa en su blancura,

marcando una raya negra a todo lo largo.

Luego me adentraba por la línea del tren, el campito,

los cometas y papalotes colgando desde el cielo

cual cuervos deshilachados,

y traviesa a traviesa,

hasta llegar a un hermoso lugar, algo como un lago artificial

rematado en playa sobre grava gruesa, cantos, piedras de río.

Comenzaba a entrar en el agua,

y entonces me daba cuenta que aquella era la poceta

a la que siendo niño nunca me habían dejado ir.

A ti te dejo el desconcierto de una noche en la que regresé a ti, ciudad

que me viste marchar para no volver jamás.

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Y todo cuanto dejo de forma carece,

solidez no tiene, fuego no quema,

pues trémulas las cenizas se asientan en el fondo de mis ojos,

pesado sueño, eterno ya.

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© 2006 David Lago González

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4 C

NOTA DEL BLOGGER: Decido colgar el libro "4 C" con el que he concursado para el Premio Loewe 2008, otorgado ayer a la poeta Cristina Peri Rossi. Indiscutiblemente, ni mi inocencia ni mi esperanza eran completas cuando decidí participar en un concurso, pero también siempre queda la posibilidad de la duda o del "tal vez pueden equivocarse conmigo". No creo que mande el texto a ningún otro certamen pues estoy un poco crecidito y lo suficientemente cansado como para estar continuamente llenándome de ridículas ilusiones juveniles con premiecitos de Cierza o de no sé dónde y mostrarlos después al mundillo intelectual como si me los hubiera otorgado Jorge Luis Borges en persona.

Cuelgo los poemas empezando desde el final, para que el orden quede como el de un libro real, físico, preferiblemente en formato de bolsillo pues detesto la cubierta dura de las ediciones lujosas. En fin de cuentas, qué es uno sino un orgulloso paperback writer.

I hadn’t a cat yet.

Sylvia Plath

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Y todavía no tengo un gato...

El que tenía, lo perdí.

Lo perdí en el bosque a causa de este terrible miedo.

Y se volvió un salvaje,

macho nocturno de vivaces ojos azules

que iluminan los sesgos de esa agreste hierba rala de Castilla

y las frondas espectrales, más que troncos

escuálidos dedos que se empinan hacia el cielo en busca de El Greco.

Me dicen que aún reconoce el nombre que le di...

Pero ya es un hombre de peligros,

hecho a la vida ruda,

a la carne apenas tibia del muerto,

a la fibra tensa del que huye de sus dientes.

Aunque mejore, aunque me ponga bien del todo,

aunque un milagro ocurra

y desaparezca este quieto temor

que me ayuda a esperar y rechazar,

no volverá de nuevo.

¿Cómo, acaso, podrá confiar en mí una segunda vez?

¿Soy yo el muslo firme de aquellos viejos versos juveniles

que ni siquiera imaginaban la posibilidad de alguna vez clamar en el desierto?

No, yo ya no soy nada

con lo que se deba ajustar un pacto de vida otra vez,

una alianza de amor, ni siquiera un trasunto de mercadeo:

estoy y no estoy.

Ja, ¿recuerdas, Enrique, que teníamos esa suerte de apuesta?

Las palabras se repiten, o se hacen hombres, crecen

y se hacen viejas, y son las mismas que pronunciamos

pletóricos, ausentes del dolor, insolentes como una risotada.

Sí, sin duda alguna,

el último acto valeroso de mi vida

fue forzar su libertad: los gatos no aceptan la muerte

de quien tanto les debe y al que todos, mecánicamente, llaman “amo”.

(marzo 2008)

(C) 2008 David Lago González

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lunes, 24 de noviembre de 2008

Se me hace tarde

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Se me hace tarde, pero no recuerdo para qué.

No sé si para salir o para entrar, suponiendo

que haya alguna diferencia.

Quizás para morir, tal vez para vivir;

trabajos pesados que debieron suceder en el pasado,

ahora se tornan forzados

o mecánico reflejo de una inercia galopante.

Para escribir otro verso: miro hacia la ventana

y recuerdo que sus cristales aumentan excesivamente el otoño

recién comenzado; escucho al violinista de la esquina

y me doy cuenta que es domingo: llevo varios días encerrado.

Se me ha perdido algo, y no sé qué es.

¿Un gato, la mano de un amante o el frasco del veneno,

otro amigo que maté la última semana,

un país,

una cama?

Algo, algo que no puedo precisar...

En fin,ya me vendrá.

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Aunque tarde, siempre llega el tiempo.

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(Madrid, 24 de septiembre de 2006)

© 2006 David Lago González

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martes, 18 de noviembre de 2008

à la recherche d'un poème perdu

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NOTA DEL BLOGGER & AUTOR: En mi búsqueda de archivos perdidos: poemas, cuentas, propósitos de novelas, opiniones políticas y sueños eróticos, me he encontrado con este poema sin título, pero que ahora con posterioridad he "entitulado" como IRACUNDIA. Las iracundias son unos arrebatos que me dan de vez en cuando, en realidad con cierta frecuencia, y que hasta ahora se han resuelto en versos, palabras acaloradas, insultos y resaca depresiva. Aún no ha aflorado la sangre.

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IRACUNDIA

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Soy la barranca abajo y el sin freno, la puerca de Valladares,

la copa rebosante de fluoxetina y la frustración del Prozac,

y el párpado inerme, inerte pellejo, bajo el tacón del lormetazepam.

El empujón me lo doy yo mismo, no hace falta que me atropellen.

Calma, compañeros, la cola en vela ha sido en vano:

no llegaron los tennis ni el tafetán

ni las banderitas hispano-cubanas para saludar la democracia –quesque cé?

Y, para colmo, España ya dejó de ser un modelo de transición

y volvió a lo que siempre fue: enchufe y besamano, usura, suciedad apañada,

crema exfoliante y agresiva, lejía con olor a menta allá por el sur, el cinturón de papá:

prepara el culo, mi niño, que quien la hace la paga.

¿Y qué hice yo?, me encuesto en este minuto sin tiempo.

“Es sólo un segundo”, me digo, como un profesional improvisado y mal pagado

bajo el arcón de mi puerta, esperando la respuesta, corre el tiempo,

el reloj sin manecillas de McCullers, que también se suicidó,

y las cuatro plantas sin ascensor,

el comedor para indigentes del General Martínez Campos, Sor Isabel Viñedo,

donde saboreé mis primeras sopas de cocido madrileño.

Pero no, esto no es un mero acto personal e intransferible, íntimo y aislado,

ajeno a cualquier circunstancia, como caído del cielo

o higienizado hasta la más recóndita molécula en el laboratorio:

laboratorio o cielo, dos extrañamientos brechtianos.

Les ahorro el matarife, ¡vaya!

Pero a esta vaca que soy yo, además de cerda y poeta,

muchas manos la han aguantado por más de una pata.

No se me pongan tiesos (o, tal vez, para ser más español,

¿deba decir “no ME SE pongan tiesos”?) ni carraspeen;

tampoco quieran mirar al de al lado --¡eh, tú, impío lengua de trapo!--

empezando por el pie como si el minueto a ensayar fueran:

pocos

se salvan de asesinar al maricón; al fin y al cabo,

nadie sabía muy bien qué hacer con él, ni allá ni aquí ni acullá,

tampoco aquellos que cama en delirio o asco compartieron.

Les descargo un poco añadiendo que ni siquiera yo mismo lo he sabido mejor…

Pero, ¡hala, garrulos! “¡Cochuzas!”, como Nina de Romero en gracia les bautizó.

¡A vuestras miserias, hermanos, que se acumula la labor!

Duro e infinito sudor aquel que gotea de lustrar la mierda propia y la ajena,

la oportunidad, el discurso y su método, la lisonja,

y esa aterradora palabra que la mediocridad se agenció: patria.

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Del fango salimos y al fango volvemos: estos, polvos no son.

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(Madrid, 4 de noviembre de 2005)

© David Lago González, 2005.