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Últimamente, al soñar,
aparece en cada sueño un componente que fluye a lo largo de él
y sólo se detiene al despertar.
No sé qué significa en la simbología onírica:
siempre olvido la llamada de los símbolos,
y tampoco me obsesiono por ver una segunda sombra tras cada trazo,
excepto en mis estados de paranoia
cuando siempre hay una razón para mirar atrás...
Mucho menos pretendo basar mi vida en flechas,
círculos o laberintos de cualquier religión en la que no nací.
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Pero aquí se despliega El Agua todas las noches.
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No es la inquietante gota de agua
que Andrei, angustiado, dejaba caer
en cada uno de los versos que veía,
dentro de un lenguaje de códigos que sólo los del gulag
arrogantemente suponíamos descifrar...
Si no.
Es un agua que discurre continuamente,
de manera tranquila, reposada pero incontenible.
No sé de dónde viene, no veo ninguna boca de manantial;
no sé dónde va: cuerpo abajo, calle abajo...
pies...,
largos pies de una sombra que se pierde...,
refresca taaaanto la piel arrugada...
Pienso en algo que limpia,
purifica;
o en algo que indefectiblemente rueda
para desaparecer y borrarlo todo.
Comienza desde cero, la gota.
Comienza desde cero, manantial.
Pienso en ti, metida en mi cuerpo ahora.
No sé si vienes a decirme que estás aquí
para limpiar mi suciedad
o para anunciarme que partes definitivamente,
para siempre, de mi lado...
dejándome a un lado,
dándome de lado.
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Recuerdo,
como si lo hubiera vivido,
cuando Virginia Wolf, lentamente, iba entrando al río...
(febrero 3, 2007)
© 2007 David Lago González
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