miércoles, 26 de mayo de 2010

Superación

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Según la dudosa ciencia de la estadística,
para todo hay límites por abajo y por arriba.
A lo largo de sesudas investigaciones y encuentas,
se estima que el hijo que sobrevive al suicidio de su madre
ronda los diez años de resistencia.
Igualmente se calcula, pero aún con más fundamento científico,
que el plazo de vida para un pequeño héroe de sangre infecta
fluctúa entre los veinte y veincinco años.
Nadie se ha atrevido a estipular cuánto duran
los que inútilmente sobreviven a excesos totalitarios
y miserias humanas llevadas a nivel de Estado,
pero yo insisto en que hay un primer periodo de inconsciencia
en que se cree que se vive --y de hecho, al fin y al cabo, se vive--.
Una segunda etapa en que esa inconscienciase hace ya tangencia.
silenciosa, profunda, llevada por dentro como una procesión
sin parafernalia folclórica pero con la convicción de una promesa.
Y una tercera en la que, de insospechada manera, toda aquella lava aflora.
Por combustión propia o provocación ajena; por rebelión de caprichosas células;
por error humano o mecánico de dos trenes que chocan
o un avión que roza la pista de Albión*, saca chispas y se incendia.
Por la teja que se desprende de una marquesina. Cualquier cosa mínima
es capaz de matar a ese muerto que ya ha superado todo pronóstico.

No quiero ser tan negro terminando aquí ladeducción,
porque en verdad os digo que en todos esos momentos se disfruta
la imitación
y la profesionalidad alcanzada
en el rigor de la más estricta representación shakespereana.


*Allen Ginsberg (Kral Majales)


(C) 2010 David Lago González
(Madrid, 4 de mayo de 2010)
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martes, 25 de mayo de 2010

Un accidente banal

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Un accidente banal


para Cheny


El domingo cumplí sesenta años.
Es una cifra redonda, más bien rotunda.
sólida como una piedra.
En realidad he sentido que llegaba a una nueva casa,
en la que incluso ese cierto romanticismo de los cincuenta
se diluye en algo tan certero, exactamente,
como una pedra bien dirigida a la cabeza.
Ignoro por qué,
pero esta mañana me levanté un poco triste,
y no es cuestión de preguntarme si mivida ha ido bien o mal,
si soy un frustrado o un perdedor (para nada ambas cosas son lo mismo)
o si he perdido o ganado algo con el tiempo:
ésas son tonterías
mucho más banales, incluso, que el propio accidente del aniversario.
Algunos amantes trascendentales se han acordado de mí
y he recibido los parabienes de algunos pocos amigos,
tan loables y tan de dudosa reputación
según el bibliotecario de turno los destine a un anaquel o a otro.
Los pocos familiares todavía vivos han pasado de hecho tan insípido,
pero sé que algunos se habrán acordado
porque pertenecen a esas generaciones que todavía llevan cuenta
de nacimientos y fechas luctuosas, sin necesidad
del recurso contemporáneo de la agenda.
En fin de cuentas, hacen mucho más que yo.
He pensado mucho en mi madre, que se habría extrañado del número
como si estuviera soñando algo inconcebible.
También otras almas han pasado como sise asomaran a una fiesta,
y se les ha recibido rigurosamente con el salido habitual al espíritu hermano.
Me llevaron a una churrasquería distante, a por carne y caipirinhas,
e um coração de fargo que no probé porque los corazones
o me dan pena o me dan asco.
But everything's alright, Ma: ni siquiera estoy sangrando.
Justo llego a tiempo para un nuevo servicio social recién inaugurado
que decreta una tarifa especial de sólo un euro
para ir al cine un día a la semana.
¿Qué más puedo pedir? Ahora volveré a hundirme
en los olores del cinematógrafo, en sus mullidas butacas rojas,
con un paquete de pop corns en la mano y una coca cola bien fría,
como cuando tenía la misma altura de Peter Pan y volaba junto a él
por el cielo estrellado de Varadero, desde el Kawama al Oasis,
y así volvía a empezar de nuevo, desde el Oasis al Kawama,
hasta cumplir los sesenta años.

(C) 2010 David Lago González
(Madrid, 25 de mayo de 2010)
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miércoles, 5 de mayo de 2010

Sección de Objetos Perdidos

Todas las mañanas despierto
y tú te has ido.
Has desaparecido groseramente, sin despedirte.
El pecho frío,cortado en dos:
una mitad para mañana, la otra para el olvido,
o para cuando el invierno crezca, que es lo mismo,
sin tenernos en cuenta
tal como tú y yo hicimos ayer con la vida de otros.

Todas las mañanas despierto
y mi amor ha muerto.

(C) David Lago González