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La Libertad no es ya aquel largo poema de Paul Eluard,
si es que alguna vez aquello sucedió más allá de sus manos,
en ese escenario común a todos y que envuelve a poetas, ladrones, perros,
a las mujeres que van a hacer la compra y a quienes devoran lo comprado.
Y ya ni hablar de lo libérrimo. Mira a los césares
y sus senadores: la misma indolencia para la orgía que para el asesinato.
Pero tampoco es privativo del hastío por saturación
pues en realidad todos pasan su vida matándose entre sí
por nimiedades que van desde el prurito herido del coche adelantado
hasta nombres de dioses, trozos de desierto, diamantes sin pulir
y amores fracasados. ¿Y todo para qué? Cada vez los entiendo menos.
Así que dedícate a respirar en esa gota de agua en que viven los peces,
sube a la superficie, abre tus agallas y traga; luego sumérgete
y pasa la noche.
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(Madrid, 7 de septiembre de 2001)
© David Lago González, 2001
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2 comentarios:
Sólo tengo una palabra para definir este poema: magnífico!
Gracias!!!
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