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a Elio Poblador
¡Prohibido prohibir!
El lobo estepario ruge tan cerca que se hace lejos para el tiempo y la distancia
con que la fugaz juventud apremia en esta sala desconchada,
desteñida por la voracidad de tantas pequeñas historias miserables
que anulan la heroicidad de las épocas gloriosas
con que sueñan los ángeles y el populacho, igual que sueñan Daniel Cohn-Bendit
y los chicos traviesos que no asisten al Sacré-Coeur.
Luego,
cuando escribamos este poema,
sabremos que nunca tendremos a quién contarlas
ni nadie a quién le importe de veras conocer la verdad de este teatro,
cuánta suciedad se agolpa tras las bambalinas, por los vericuetos
que conducen a los camerinos y las catacumbas
donde se ensaya la última obra de Pedro Castro.
Luego
sabremos que un día me dirán que yo nunca estuve aquí.
Luego
nos mirarán con desprecio cuando yo diga que para nosotros
la sangre del héroe no fue más que una palmada y un estribillo
y avalanzarnos contra el proscenio bailando como danzan las tribus alrededor del fuego
una noche en que la policía con sus porras y los veladores con sus linternas
intentaron mantenernos sentados sobre las butacas aterciopeladas del Teatro Principal
mientras la locomotora alzaba hasta la cúpula las nubes redondas del carbón.
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(Madrid, 31 de julio de 2000)
© David Lago González, 2000.
NOTA DEL BLOGGER: En la primera mitad de los años 70 los grupos de rock y cantantes húngaros eran muy buenos, y tanto como podían ser los occidentales ("occidentales", en música, para nuestro grupo y para una buena parte de la juventud cubana, estaba circunscrito solamente al habla inglesa, Estados Unidos e Inglaterra). El bello idioma húngaro era lo suficientemente melodioso como para compensar que no cantaran en inglés.
Kati Kovács y Locomotiv GT-III los presentaron en un teatro, el Teatro Principal, cuando verdaderamente eran más adecuados para un auditorium o un stadium. Posiblemente los organizadores cubanos no tenían ni la más mínima idea del tipo de música que interpretaban. Aunque es de señalar que el teatro estaba literalmente tomado por la policía.
Creo que sonando apenas la tercera canción, ya algunos chicos comenzaron a ponerse en pie y a moverse en el mismo sitio de sus asientos. Los "acomodadores" y la policía se pusieron muy inquietos y comenzaron a golpear con sus linternas y sus porras en los brazos de los asientos ordenando que nos sentáramos. E inmediatamente, al unísono, hubo como una respuesta masiva y nos avalanzamos todos al escenario bailando y gritando. Las fuerzas del orden se inhibieron.
Fue una hermosa desobediencia juvenil y esa noche, al salir del teatro, todos nos sentíamos un poco más personas.
3 comentarios:
Como debe ser¡
Como siempre debería haber sido¡
la sustancia, la esencia, la soledad, y nada, el silencio, pero después un poema erigido, lo que vale en la vida es quedarse así, para oir ese silencio, gracias
Tengo varios discos de LGT. Pero nunca los pude ver en Cuba. Gracias.
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