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Yo no he bajado al abismo,
no he descendido ni un solo peldaño de la escalera
que conduce al foso.
Todo lo contrario.
He subido hasta la estrella más alta
desde donde puedo vigilar tanto al cantor como al soñador.
No vigilarlos exactamente, porque poco
me interesa lo que hacen. Solo
es que desde aquí puedo mirar
si cantan o si bailan,
si gritan y se matan,
si roban o se insultan,
y entre todos se echan la culpa
de quién eliminó el firmamento.
Y desde aquí arriba, con todo el peso que me da la gravedad,
puedo estrellarme contra ellos
y dejarlos irreconocibles.
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Y es lo que haré uno de estos días
en que los astros y las miradas se confundan de cielos.
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(Madrid, 7 de junio de 2011, 1:00)
© 2011 David Lago González
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