lunes, 18 de octubre de 2010

Send in the Clowns

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1920s 

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And where are the clowns?
There ought to be clowns.
Well, maybe next year.

(“Send in the Clowns” lyrics)

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Enviadme a los payasos.

Los tristes pierrots de la infancia.

Mi error temo que en su insistencia, padre,

volvamos a desandar la tensa cuerda

que unía y separaba al Ringling Brothers del Montalvo.

Inútilmente.

No era yo quien gustaba de los mimos,

y para que le acompañara,

me engatusaba con las altísimas cúspides del algodón azucarado

donde hundía mi boca,

y toda mi cara y mis manos quedaban luego pegajosas

y propensas a las moscas que anidaban en las orejas de los elefantes.

Nunca le confesé

que los payasos me daban lástima, mucha lástima,

esa extraña mezcla de condolencia y asco que llamamos así

con el sonido de palabras más suaves.

Zíngaras de mentira y barrio bajo,

putas afinadas como una serpiente hambrienta

enroscándose por la melodía de la flauta como esa planta de gandul

que en los muñecos atraviesa las nubes y llega al cielo perfecto.

Reía, padre, como una gelatina en manos temblorosas,

mientras yo contaba los minutos

para salir de las carpas sucias y el olor a estiércol

hacia la planicie insolente de la Plaza de Villa Mariana

donde terminaba el horizonte.

Nunca le confesé la verdad,

cuánto me molestaban aquellos infelices de irrisorio cometido;

y se lo confío ahora, al cabo de más de cincuenta años,

¿por qué? Quizás porque hoy sé que ya la verdad no puede dañarle,

y por mi parte, admito que el ridículo patetismo del saltimbanqui

es, en definitiva, perfectamente tolerable.

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(Madrid, 18 de octubre de 2010)

© 2010 David Lago González

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