martes, 12 de octubre de 2010

Margaritas y maracuchos para un otoño en Madrid

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Mucha gente llega tarde a muchas partes.

A veces, de ello se puede hacer una tragedia,

pero lo cierto es que la rabia y la impotencia

dan el salto al bien hallado y transmiten

una cierta desesperación en las frases cortadas,

en las palabras omitidas.

Todo queda entonces entre las margaritas y la stolichnaia

y aquel shot de tequila y sprite

que te dejaron preparar para mí en el restaurante mejicano.

¡Para mí! Un desconocido me regala en la noche

lo que a él le gusta.

Al salir de Rimmel, el fresco de la noche

me robó la memoria, y no sé si caminamos

o volamos hasta casa; o tomamos un avión en Barajas,

nos pasamos por ese parque en París que me gusta tanto,

por el barrio de St. Germain-des-Prés; o un trasatlántico

nos llevó de puerto en puerto por todos los tugurios del Magreb.

Yo sólo sé que, según tus confesiones, dormías por primera vez

al lado de otro cuerpo parecido al tuyo, nos reímos hasta morirnos,

y por la mañana resucité, resucitamos,

haciendo algo que debe estar entre el sexo, deleitarse

y el amor alegre y repentino de una sorpresa en otoño.

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(Madrid, 12 de octubre de 2010)

© 2010 David Lago González

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