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Los designios del poder quedaron del otro lado.
Mas ¿están realmente tan lejos como para sentirnos a salvo?
Como el sol, con su inclinación,
cual sombra unas veces se adelantan
y otras nos persiguen.
Cuando hablan de formas de gobierno, óyelos,
parece que les asiste una vasta sabiduría,
una longeva experiencia en equidades salomónicas:
habla la serenidad y la justicia
de los que no somos sino torcidos viejos retoños
de un injerto mal habido y obstinado
en la pupila de una visión
que, como la fantasía del corazón eternamente joven,
no quieren perder.
Los que osan expresar su desacuerdo,
quedan ahora del otro lado.
Y el otro lado es un laberinto,
tan sólo un laberinto del que ninguno salimos bien parado.
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© 2009 David Lago González
1 comentario:
Precioso, profundo con desgarro todo lo que escribes, me encanta.
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