lunes, 9 de marzo de 2009

Cita furtiva

Cita furtiva

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para A., furtivamente

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If I, like Solomon,

could have my wish...

Marianne Moore

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Be careful, it's my heart:

it's not a watch you're holding: it's my heart.

It's not a note I sent you that you quickly burnt;

it's not a book I lend you that you never returned.

Remember, it's my heart:

the one with which you'll be a part.

It's yours to give, to keep or break,

but please, before you start, remember: it's my heart.

Ira Gershwin

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NO QUIERO LLAMAR con los manidos nombres de la reciedumbre o la dureza

a ese cuerpo que se tiende de bruces en la cama y sobre él

la sombra de otro cuerpo les hace hundirse a ambos en movedizas dunas

donde las cualidades se hacen maleables, o suave seda

al beso de unos dientes y una boca que escarban sin resuello, como un gato enloquecido.

Por eso quiero invocar un nombre simple y contundente, que tal vez no exista

y que resuma la manera en que sus hombros se prolongan sobre alcores palpitantes

y mezclan en su dorso sus dos mitades perfectas

confluyendo en un más que leve, levísimo canal

que sutil conduce a dos macizas puertas de roble

--impresionantes, como las esculpidas en Petra--,

donde se sufren espejismos y deslumbres a través de una oscura lucerna,

pero también donde morir es un capricho que regalan los dioses.

Y ello no es labor de uno solo, sino de uno y sus dobles,

porque yo soy yo y soy dos y soy tres, y múltiple

me desdoblo y me disfrazo hasta no saber

si la voz sale de mí o de muchos a la vez;

y él es él y cientos y miles, y múltiple

olvida y confunde por unas horas

los caminos por los que su cuerpo, irremediablemente, al final de cada tarde,

se levantará y escapará hacia una cordura de días uniformes

donde volverá a ser uno solo, único,

y yo regresaré también a mi número de siempre,

cada cual aguardando de nuevo la multiplicidad de nuestros cuerpos.

(Madrid, 1995. 21 de Julio)

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LA CASA ESTÁ EN ALQUILER, y yo la habito.

Limpio los rincones donde se acumulan las sombras,

cenizas que levantan polvaredas como tornados si no se las pisa con el debido respeto.

Saco brillo al picaporte. Pinto las paredes y los techos,

que luego se extienden infinitos como el cielo o la noche, o como el cielo de la noche,

o ambas cosas, en fin: algo inmenso y repetido que nos anega inermes.

Compro una cama nueva, ancha y fuerte,

que sostenga con suavidad nuestros cuerpos,

o nuestro cuerpo de ocho brazos como una lámpara luciendo todos sus fuegos.

Soy el amante, la justificación de un adulterio, la verdad de su engaño.

Como todo amante que se precie, intento ser bueno, soy afanoso y entusiasta;

cumplo con mi trabajo, me muevo con soltura y precisión,

y cada vez guardo bajo mi piel una carta inesperada para la próxima ocasión.

Me esfuerzo en hacer del tallado una creación de ciencia inapelable

donde cada milímetro tenga una resonancia especial

y cada silencio sea ocupado por el silencio o la palabra precisa,

por supuesto ensayada mentalmente unos segundos antes

para provocar la reacción justa en el momento adecuado.

Yo no puedo decir, en cambio, que ese otro cuerpo sea mi amante;

tal vez es mucho más, posiblemente menos;

en cualquier caso, son dudas que debo compartir conmigo mismo

y nunca transmitir a quien se supone que recibo con el corazón ligero,

trasmutado en músculo que late y acompasa y acompaña

a unos besos que se mueven sobre la superficie del agua,

profundizando sólo en ciertas zonas donde el goce se hace excesivo,

insostenible, y estalla como un géiser termal, hirviente.

Todo parece bien como lo he dicho, razonado y sincero;

fluido y ágil como cuando la noche se moja levemente

sobre la inconstante sonrisa de las terrazas.

Y sin duda todo ello lo es.

Pero tanto si abro los ojos como si los cierro,

su rostro y su cuerpo inundan mi ventana,

anulan el cielo, hacen de la noche un cirio que se agota;

y todos mis métodos, mis artes, mis mañas

de amante afanoso y entusiasta se vuelven nada,

contra un corazón que abandona su frívola mirada

de aleatoria confidencia de amiguetes en la cancha,

y retorna a lo que siempre ha sido: un murmullo absurdo,

un vicio, absurdo e irreversible, finalmente incapaz de engañarse a sí mismo.

(Madrid, 1995. 27 de Agosto)

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UN MES DURO y cruel este agosto desierto,

transitado por coches fantasmas, ocupado por la ausencia

de sus sombras que han dejado en las calles el espacio reservado

y aparentemente libre para confundirnos al cruzarlas

como si de una ancha pradera se tratara.

Las personas y los ruidos han retenido su sitio intacto

y el silencio es ahora un espejismo, la resonancia

de las voces mudas de quienes nos hemos quedado

y no encontramos la albardilla de los ecos que tanto odiamos,

ni siquiera la pinturera locuacidad de los taxistas

cuando en la noche, de regreso de los cines vacíos y entristecidos,

nos devuelven a la casa yerma,

y al recostarme en la cama, y darme la vuelta,

rozo el lado derecho ocupado por tu ausencia.

(Madrid, 1995. 27 de Agosto)

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HE SIDO amado, profundamente, larga y obsesivamente.

Tan sólo hasta hace unos meses, era desposeído de aspereza y silencio

y vestido por un cuerpo que te rescata de la noche

y te cubre de asombro, y profundiza con dolor o dicha espontáneas

la gota traspasada de los días, y se marchita y te perdona,

y sale a la mañana, sin memoria, para empezar de nuevo.

Tan sólo hace unos días sucedía esto, y hoy parece que lo distancia un siglo,

recóndito, clausurado por una llave helada, cruzado

por un rostro que no quiere volver sobre la mirada difusa sus ojos huidizos.

No sólo he sido amado con el atisbo perdido del aire inerme,

sino que yo mismo he compartido ese enigma de luz y niebla

y al espejo he echado mi aliento, todo cuanto tenía,

para que me devolviera minuto a minuto el tiempo, como un reloj su arena,

con su desgarro y su risa,

la zozobra o la calma que se forja en el silencio,

o una flor envenenada, o una dicha más íntima,

como la suave agitación del mar cuando los pies cruzan su frontera

y comenzamos a pertenecerle, y en sus manos está el liberarnos

o llevarnos consigo al punto desde donde surte a la vida

con la espuma desmayada que nos salpica el rostro.

Tan sólo hace unos meses sucedía esto.

Tan sólo hace unos meses y hoy transito por otro camino,

mitad sombra, algo de luz,

a ratos el sol te deshace como a la nieve,

a ratos la luna te ayuda a quemar la noche

con una limonada suave después de la jornada.

Esta vez sé que no seré amado ni profunda, ni larga ni obsesivamente.

Tal vez sea yo el suicida hechizado que se lance a su cuerpo,

a sus ojos, a su nuca ciega y anhelante,

a su cintura tendida en la cama como un juguete roto,

a sus muslos desordenados...

y confunda todo ello con el corazón.

(Madrid, 1995. 27 de agosto)

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VIVO ANTICIPADAMENTE.

Hasta el último detalle imagino lo sucedido,

lo que ni siquiera llega a suceder,

que la realidad para mí es un fracaso

o me trae la dicha doble de revisitar las estancias del sueño.

En una flama irreal me consumo, ardo con mi propio fuego,

y naufrago antes de subir la rampa de acceso.

A veces me consuelo con que al frustrarse el vuelo,

ya yo he ido y he vuelto,

ya yo he vivido las mil vidas

donde no cabe la luna esquiva ni el desencanto,

ya me he dejado los labios de tanto violentar su cuerpo,

he cruzado la memoria y he traído la noche,

donde me espera otra vida donde afanarme,

otro día a rellenar de recuerdos que no son pasado

sino horizontes fantasmales, y son olvido y son cenizas

incluso antes de rascar la cerilla contra la piel del silencio.

(Madrid, 1995. 27 de agosto)

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"¿Quieres venir conmigo a un viaje al Paraíso?"

A.

OTOÑO DEL 95.

Leve y fría la tarde se desgrana en el gris

hollín de las nubes sobre el alero de los hombros.

Debajo, la calzada mojada por una lluvia invisible y fantasmal.

Con estos tres dones te saludamos: tarde en que nos reconocemos

como ciegos amantes palpándonos en la penumbra de las persianas echadas;

noche en que dormimos abrazados:

frente a mi boca su espalda como un muro,

frente a mi cuerpo, su espalda, sus nalgas y sus muslos

sujetos por el bordillo de mi silueta para que no escapen

ni se vayan con la luz tras la mañana que nos viene, inevitable,

fin del paraíso.

Y en mitad de la noche, infinita y secreta,

tres ambrosías en la boca encuentro,

sólo comparables a un hartazgo de machuquillo,

cuando se funden savia y carne de plátano y marrano

en el momento en que las formas pierden su contorno y se hacen sueño.

Y si el sueño vuelve su espalda, se crecen sobre el mar

dos montañas gemelas luchando por la belleza de una línea

que va a caer al abismo azul de las sábanas

como un galeón en busca del descubrimiento;

en mitad, un cráter que no erupciona, ni lava ni piedras ni cenizas,

sólo un grito a mi boca pide, sólo un grito,

quedo, silencioso y sin palabras ni miradas,

con sólo nacer una isla sobre el mar, empinarse más sobre las olas,

mi lengua calma, agota su sed y calla su llamada.

Y en las más altas latitudes de los cerros,

los faros de sus pezones, tan solitarios y perdidos

que dan tristeza, pero la noche es larga,

qué larga es la noche, sin luna, que olvida el día y su amenaza,

y festeja con mi boca lo que en la oscuridad encuentra.

Sobre el desierto de su pecho... ah, me cansa la caminata,

un respiro entre las dunas, que se mueven

pasando suavemente de una a otra granos de arena,

tramando un trueque de locos mercaderes:

el incisivo zarpazo dental de la rabia por el fulgor de un tocamiento;

y yo escondido en la noche, como uno de esos animalitos

que sólo salen para beber el rocío del Sahara.

El cuello tiene paredes de cristal de agua,

frágiles y temerosas de una fisura por donde penetre lo insostenible,

lo que le torna en niño, quebradizo y trémulo,

en un gesto que une cabeza y hombro

omitiendo el cuello, que se protege en la sombra tras un beso.

Qué desorden de labios, lenguas y dientes;

qué hiedra se prende de la carne roja: la boca

que no sabía besar boca de hombre

enreda con su dardo serpentino la noche en un lazo eterno.

Y al siguiente día, la tarde llega

para desgranar el frío hollín de sus nubes sobre nuestro pecho,

calzada mojada por una lluvia invisible y fantasmal

que nos despide, espada que nos expulsa hacia el desierto.

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Go on and tell me lies, but hold me tight,

save your goodbyes for the morning light,

but don’t let me be lonely tonight.

James Taylor

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(C) David Lago González

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