La puerta de mi casa está abierta.
Un imaginario portal la circunda.
En uno de los últimos balances
que dejaron los americanos antes de marcharse, se sienta la madre.
Padre prefiere la silla de su bureau
y se acomoda a horcajadas, bajo el álamo,
como si se sentara sobre un taburete de piel de chivo.
El muchacho ocupa su lugar en el quicio,
intermitente las tres alturas
como si en el culo llevara hormigas
o semillas de cundeamor, ya le pica la pubertad.
Cruzan la calzada Bibín y Liliam,
y el hombre se queja del siroco de la tenería:
“La cosa esta noche está arrequitanda” —dice,
desordenando las palabras como solemos hablar nosotros—,
y el muchacho imagina una pradera
cubierta de pieles de vacas que al ir secándose
van apellidándose cueros.
El muchacho saca sendos balances para la visita nocturna;
son balances típicos, de estilo “colonial” pero diseñados por el padre,
que es como un hombre-orquesta, o un hombre nuevo.
Y Liliam cuenta que hoy ha tenido una sorpresa doble
pues han llegado noticias de la Lily y de Mayito.
El muchacho los recuerda de cuando él era niño:
la Lily con una falda color mamey, rellenada de sayuelas
que al rozarse entre sí comenzaban a entonar un coro de doo-bee-doo-ah;
y Mayito engominado, como Fabio Testi
en el Jardín de los Finzi-Contini, también con el misterio y el encanto
de los que pronto van a huir por un río de difícil retorno.
Liliam cuenta pormenores, alegres detalles de lo que le dicen sus hijos,
y el muchacho le pide que les hable de New York y del extranjero.
La madre y el muchacho admiran a Liliam porque es una mujer de mundo
y cada noche, a pesar de las pestilencias circundantes, es un viaje
al vasto e infinito territorio de la milésima segunda o tercera maravilla
por donde les conduce esta mujer que, para colmo de la perfección,
recrea y crea unos brownies personalísimos, inolvidables.
Todo continuará mañana, según Dios lo crea.
Dicen las mujeres. Y el imaginario portal se recoge y se guarda
en la secreta oscuridad del borsalino del hombre-orquesta.
.
(Madrid, 12 de diciembre de 2008)
© 2008 David Lago González
No hay comentarios:
Publicar un comentario