sábado, 12 de julio de 2008

Rosebud



La mano se abrió y la esfera de cristal rodó
hasta abalanzarse contra el borde de nuestros ojos.
Los labios, semiocultos por el espeso bigote,
balbucearon con voz cavernosa:


"rosebud..."




Y se hizo la luz ante nuestra mirada,
como en el primer día de La Creación.
La luz de la nieve blanca.


Y medio sepultado por los copos que continuaban cayendo,
como los años sobre la vida de un hombre,
el trineo de la infancia
asomaba entre el resplandor deslumbrante de la continuación,
que son los años acumulados sobre la vida de un hombre.


Allí quedó: cegada y transparente la rosa incipiente,


hasta que el puño relajó su fuerza para siempre a la flacidez
y por última vez los labios la invocaron en la oscura soledad de Xanadú,

en donde solitaria se abrió,

y en un pestañazo cerró sus pétalos: minuto fugaz
en que su suave textura se hizo mármol,
―ay, se hizo mármol.


(Madrid, 18 de abril de 1998.)
(C) David Lago González, 1998

No hay comentarios: