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Bill Carmen
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a Pepe Casado
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Siempre he sido discordante,
y doy por sentado que moriré siéndolo también.
Muy pocos pueden calibrar profunda y realmente
lo que esto significa, si es que en verdad merece
que la vida y la muerte de una persona
estén marcadas por una leve discordancia
que nadie sabe de dónde ha venido
ni hacia dónde va.
Y ni siquiera el misterio lo hace más exótico.
Es algo que, simplemente, pasa a ser cotidiano.
Aburrido a veces.
Despuntar porque todo lo que debe subir
y todo lo que debe bajar en un momento determinado
se tuerce caprichosamente… en fin, a quién le importa,
si, además, apenas se nota.
Somos tan poquitos los que podemos pesar las consecuencias.
Una estadística más, un número,
o una apreciación acertada o infundada a lo largo de la vida;
una sospecha, ¿un síndrome de peligrosidad?
Una gota de sangre que viaja con destino fijo cada tres meses
y regresa convertida en dígitos y marcas de interrogación y exclamación.
Alguien que se revuelve el pelo con un dedo
y se pregunta por qué pasa esto.
Una levedad que no sale de los archivos ni de las probetas,
que todas la miran y aceptan con frialdad.
Que no llega al corazón de nadie.
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© 2011 David Lago González
(Madrid, 8 de mayo de 2011)
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1 comentario:
Es lo único en lo que confío, en la discordancia. Aunque a veces me haga la boba.
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