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(My friend Michael T. Watford, with a friend of him. Piazza San Marco, Venezia)
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Old friends, sat on their parkbench like bookends…
Paul Simon
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Las palomas, las malditas palomas
con su apariencia falsamente dulce, delicada,
y hasta desvalida,
son verdaderos monstruos disfrazados con plumas de cordero.
Más invasoras que el Imperio y la Metrópoli,
la gente las alimenta desde Piazza San Marco hasta Tiannamen;
y son como las ideologías, aparentemente justificadas,
aparentemente inofensivas,
pero portan en picos, plumas y patas,
las siete plagas de Egipto y muchas otra modernas
de catálogo difícil.
Son las preferidas por los dictadores en su embrujadora juventud
cuando los arropan y vitorean las huestes hechizadas
coreando su nombre en número de tres
y repitiendo, como en la Roma de los Césares, “¡Ave, Ave, Ave!”
Luego, les toca recoger la mierda,
el “guano” inservible que ni enriquece el sustrato ni el estiércol,
sólo la instantánea del turista y una foto artística,
quizás romántica, de cuán breve fue la felicidad en Venecia.
A la forja erosionada del XVII que cerca mi balcón
apenas llegan ya, alertadas por los sonajeros
y los giroscopios de amariconados arcoíris
cuando el sol sorprende nada más cesar la lluvia allá más arriba,
sobre el barrio de Chueca.
Como tantas otras cosas, son un espejismo dulce,
un eufemismo
que nunca jamás te tiene en consideración
a no ser que desmigues el pan alrededor de tus pies
mientras la soledad y la vejez te comen, como ellas,
sentado en el banco de un parque.
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© 2011 David Lago González
(Madrid, abril-mayo 2011)
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1 comentario:
Gran poema, por eso te leo, y dios sabe que cada vez leo a menos poetas cubanos.
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