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a la memoria de mi padre y mi tía Ermitas,
a todos los españoles que conocí en Cuba
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Una vez nací. Crecí una vez entre el silencio y el idioma
de los que partieron pensando quizá en volver,
imaginándose acaso que el nuevo inicio de sus vidas no tenía retorno,
para finalmente acomodarse a la silueta de una nativa
o sofocar la calima bajo el tembloroso frescor de la malanga.
Si los padres de estos hombres
hubiesen sido reprensibles borrachos irlandeses
es posible que hubieran construido un país: fuerte,
despiadado e imperdonable, como el del Norte.
Pero cuatro siglos expoliando la miseria dorada de los ríos
y trasvasando riquezas hasta las casonas de los indianos asturianos
es demasiado tiempo para que sólo cien años
puedan tornar el menosprecio que corre por nuestras venas
en respeto y consecuencia y amor hacia nuestras maneras de ser.
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Mas parece que efectivamente nací una vez, y crecí,
sin que entre mis recuerdos pueda encontrar
los rastrojos de tantos orgullos patrios,
pacotillas de patios de vecindarios,
marrullería de corralas vallecanas,
remembranzas de antiguos reinos tragados unos por otros
y convertidos en vísceras sin raciocinio:
Galegos de Cantabria,
maños de Cáceres,
canarios de Cantabria,
cántabros de Sevilla,
andaluces de Badajoz,
asturianos de Bilbao,
catalanes de Madrid,
valencianos de Murcia,
mallorquines de Canarias;
vascos de Girona,
vascos de Lugo,
vascos de Cádiz,
vascos de Tarragona;
y hasta portugueses de los Pirineos ,
que dulcificaban la zeta final de sus apellidos en suaves eses
que arrastraban por las calles empedradas de la nueva Iberia.
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"Vienen del sur" ―dices―.
Y no, Víctor Manuel, te equivocas: regresamos,
y yo al menos no retorno para llevarme la belleza del paisaje
que te vio nacer: esta tierra será mi casa y mi sepultura;
como un reprensible irlandés borracho ―pésele a quien le pese―,
Madrid será para siempre mi Dublín y mi Brooklyn,
lo nuevo y lo viejo,
la etapa vencida y la etapa por vencer.
Entre "las fotos que me vieron crecer"
sólo vi hombres y mujeres sin lindes,
y sólo supe de las fisuras de tantos odios ancestrales
al venir del sur ―como dices tú―. Yo, en cambio, diría "regresar".
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(Madrid, 19 de enero del 2000)
© 2000 David Lago González
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