viernes, 16 de enero de 2009

Puente en la oscuridad*

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a Carlos Victoria

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Todo comenzó ya hace algunos años, bastantes y tan pocos.

Fue en una antigua provincia de ultramar: exótica

en la distancia, cuando te acercas vulgar;

de corto nombre que es susurro y es daga al mismo tiempo,

y también por etapas locas que vienen solas y se van siempre con algo tuyo.

Cumplías, y en mitad de la fiesta sentiste el dolor,

más que dolor, algo: un presentimiento que se hizo sangre en los labios;

y despediste a los amigos, los refrescos se hicieron un caldo imbebible,

la tarta se fue volviendo viscosa y lenta como el asfalto un día inclemente del verano.

Te acostaste, y desde la cama supiste que ya los juegos nunca serían como antes:

de pronto te habías convertido en un viejo hombre y cansado.

Abrumado por tanta luz, como si ella no fuera para ti,

tuviste la certeza de que las próximas mañanas

serían la resaca de algo que no habías bebido, ni siquiera imaginado.

En aquel minuto en que lo festivo se convirtió en silencio,

cuando quedaste tan a solas contigo mismo

que podías sentir cómo iban dentro creciéndote los huesos,

desgarrando la sangre su cauce por la selva,

duplicándose la vida en una fuente inmóvil,

dejaste de interesarte por vencer su abismo.

Si aquello equivalía a buscar la liana resistente,

el árbol adecuado y de madera dura, talarlo, serrarlo,

y extender sobre la nada un camino, una línea que uniera el punto de partida y el destino,

buscarías mejor en la oscuridad un puente ya transitado

y llegarías al otro extremo, lo que era igual a no haberte movido.

Fue entonces el momento en que moriste; no ahora, ni mañana, ni después,

fue entonces aquél, cuando eras niño.

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Lo demás ha sido buscar el doble que vivía en ti,

el que amaba hasta el roce del amor cuando pasaba a lo lejos,

el que no se agotaba en el odio,

el que pretendía la fuerza de la noche y lo simulaba,

el que fornicaba con brillo dislocado en las pupilas,

el que escribía versos que cada vez fueron pareciéndose más a su vida.

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(Madrid. 30 de Agosto de 1995)

© 1995 David Lago González

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*Novela homónima de Carlos Victoria, Edit. Universal, EE.UU. 1993.

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