(C) JPereira
.
a Enrique Bedoya
Lejos puedes correr,
pero muy de cerca te va a seguir.
No importa hasta dónde llegas,
no importa si bajas al sótano o subes al ático
engarzando perlas, o creyendo
que te has burlado de los pescadores de ostras,
esas perlas van a pesarte como rocas en los bolsillos.
Asegúrate de desnudarte cuando entres al mar
porque no alcanzarías el banco de arena
que en Varadero, mucho antes del atardecer,
asoma su pecado, muestra su oro.
Claro, haz como si nada,
como si nada de lo sucedido hubiera mermado tu fuerza.
Ama con la misma voluntad de descubrir tierras salvajes y dominarlas.
Pero no olvides escupir sobre los utópicos
y con grosería pisar con el zapato repetidamente: el error de sus fantasías
y esperanzas erró en ti la realidad y la cambió por algo
que te hizo fantasmal y viscoso, como un pantano.
Por supuesto, ellos se reúnen a menudo
en sus banquetes de blanco mantel,
escondiendo sus bocas tras el pañuelo manchado por la sangre del abedul.
Y al que al cabo de veinte o treinta años, vuelve otra vez
para enmarcar el corazón bordado y colgarlo en el salón,
a ése, mátalo sin conmiseración,
a ése, del que por mucho que huyas siempre te atrapará.
.
(Madrid, 5 de julio de 2006)
© 2006 David Lago González
No hay comentarios:
Publicar un comentario