lunes, 11 de agosto de 2008

La otra vida de la rosa

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NOTA DEL BLOGGER: Este post está dedicado a Kuka, recuperada desde los maravillosos años terribles del Quinquenio Gris hasta nuestros días, gracias a la magia de esas extrañas fuerzas internáuticas.







a la memoria de Enrique Bedoya Sánchez
(Camagüey, Cuba, 1949 - Miami, EEUU, 1982)




Pasa el tiempo y no he visitado tu casa última,
en su colina de césped verde y brillante,
con tu nombre discreta, sobriamente dibujado
sobre la puerta blanco mate, salpicada de diminutos lunares,
como el confeti lanzado al paso de la reina.
¿Cuándo fue? Hace ya tiempo... trece años, creo;
tal vez por estas fechas.
Los puentes siempre han sido como los cuerpos hermosos:
primero los miramos con asombro,
luego sentimos el temor de la perfección,
luego cerramos los ojos y nos lanzamos.
Es un placer primario
correr el riesgo de todo cuanto se deshace al tocarse,
aun cuando lo que se deshaga sea nuestro propio corazón.
Pero, ¿qué es la vida sin ese filo que avanza sobre la luna, bajo el tejado,
y se nos mete entre las sábanas y en la piel con lujuria adormecida?
Algunos hallan en los días ordenados la transparencia de la costumbre
y son seducidos por el amor calmo,
y una leve huella les basta para pisar por un laberinto sin palabras de dudas.
Pero otros... ay, otros... Otros hay
que peregrinan por el rumbo de los astros y quieren siempre todo a nada,
y sus vidas no son para las mañanas del domingo,
sino para navegar violentamente
por mares inceñibles que van a la deriva.
Quiero pensar que te fuiste satisfecho,
aunque ciertamente nada satisface a quien busca la verdad,
la otra verdad que se oculta tras la rosa.
Amigos mutuos me confiaron que el sol de La Florida
había dejado sobre tu rostro una escritura de garabatos y mal gusto,
y que tal vez tus últimos mecenas ya se habían retirado.
Acaso el trabajo, siempre humillante, en las piscinas,
la excesiva purificación del agua,
la charla de invernadero de templadas carnes otoñales...
Fuiste un hermoso muchacho, en los salones habaneros,
humedeciendo las cenizas sin rescoldo de las viejas damas del "ancien regime"
a las que divertías con la luz artificial de la frivolidad.
Un bailarín famoso y refugiado te mantuvo
hasta que Europa le devolvió a su escenario de entreacto
y tú quedaste en el muelle, esperando la otra vida de la rosa
cuando ya la estabas viviendo.
Presumías de un falo que hacía sombra sobre la luna en una noche de verano,
y ridiculizabas a las trémulas criaturas enfebrecidas
que te reclamaban más brillo para su oscuro fundamento, un chorro de luz directo
a su ciudad sumergida y somnolienta. Cómo nos reíamos...
Fuiste amante de Olga Andreu, una mujer
inteligente que te introdujo en cultos espirales,
y que años más tarde se lanzó también desde el puente de su ventana,
tal vez demasiado aburrida o en busca de algún cuerpo en el recuerdo.
Al cogollito de las Tolón te uniste como una rosa decadente,
rosa marcada por un cielo muerto; y de gigoló saltaste a esposo y padre,
mojando los pies en pan casero: el laberinto calmo sellado por un beso.
En nuestra Gorki de las sabanas
fuimos amigos, compañeros de la noche,
y ancianos de amistad nueva nos hurgamos las heridas de los puntos flacos
con un descaro que nadie comprendía.
Sin mediar sobre la luna sombras de verano,
nos quisimos de forma diferente,
quizá porque la sombra de nuestro corazón mediaba sobre el mundo.
Y al marcharte, me dejaste sobre la cama,
como la exposición de un regalo infantil,
una hermosa carta por el tiempo que compartimos nuestros íntimos fantasmas,
nuestros buques inseguros a la búsqueda de otro pétalo.
Ahora el tiempo ha pasado y no he visitado tu casa, esta última;
puede que nunca llegue a hacerlo.
Adivino que no encontraste la verdad, esa otra que se oculta
tras el pétalo de alguna rosa.

En todos estos años en que no hemos coincidido
he estado pensando que la otra verdad
la llevamos dentro ―es la nuestra, amigo―,
y que esa vida, creo yo, ya la hemos vivido,
de sobra,
y apuradamente,
y hasta la última gota.
Tenía que decírtelo, porque pasa el tiempo...


(Madrid, 28 de Agosto de 1995)
©1995, David Lago González

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Un poema-ceiba, hermoso. Gracias. ZV.

Anónimo dijo...

Gracias David, me has hecho recordar a Queta, fue siempre mi Tolon preferido, no puedo explicar por qué, era tan especial, ocurrente, alegre y al mismo tiempo tan profundo,que lindo que lo recordemos, esa fue una de las mejores épocas de mi vida y estoy casi segura que también lo fue de la tuya, ay, es la primera vez que hago un comentario tan largo, disculpa, pero me sumergen los recuerdos.
Besos y un abrazote
Kuka

Erasmo dijo...

Rita Festejos era un Tolon o estoy equivocado?, soy el hermano de KuKa que vive en Miami. A quien veo cada rato por aca es a Jeronimo, muy simpatico y cariñoso como siempre.
felicitaciones!!!! muy bueno todo lo que escribes.
E

David Lago González dijo...

Gracias, Erasmo.
Ahora me he puesto a revisar comentarios de posts viejos y me estoy encontrando con cosas que no había visto. Perdona.
Niño, pregúntale a Jero por Rita Festejos...