miércoles, 23 de enero de 2008

COSAS DE HOMBRES, David Lago González






para Maximiliano



Habían convenido celebrar la llegada de la primavera
quebrantando la cordura de un largo, seco y cansado invierno.
Marzo y tarde fue el espejo donde encontraron su cuerpo
asomándose a otro cuerpo, como si se bañaran en dédalos fatigados,
incongruentemente avivados por el placer que se derrama como vino
malgastado sobre el serrín de antiguas bodegas en desuso.
Para colmo, sus carnes y hasta los huesos, sobre el lecho
acoplándose como émbolos y puños de acero: tan perfecto
como algo maquinado, o tan primitivo
como volver a creer que todo el mundo termina sobre el primer horizonte que vemos.
Uno era libre; el otro sintió cómo la trabazón que le sostenía armado
se soltaba como un barco y río abajo.
Todo parecía fácil y simple...
Todo tan frío como cortar un trozo de roja víscera
si con ello no se fuera también toda la sangre,
y toda esa invisible sangre, que una vez planearon convertir en tierra firme.
Justamente como ahora, apartándose del dolor del invierno herido,
otros tienen miedo planear de nuevo.
Y para colmo, sus carnes y hasta los huesos -los muy cabrones-,
embriagados de locura como la quilla de un arado maniobrado por un demente
que surca el pecho abriéndolo en canal, caballo, aperos, tierra, sangre,
en cosas de hombres enzarzados,
discusión de cuerpos que rozan el corazón con riesgo de sus vidas.
Todo tan fácil, parecería. Todo tan casi imposible, casi es.
Al tiempo darle su capa cubriéndolo, si el tiempo
no fuera un murciélago que sueña de cabeza, como inmoderado encerrado en una jaula,
sus razones tendidas como un puente hasta ver quién lo cruza
y quién desde su baranda cae al fin del mundo, sobre el primer horizonte que vemos.
El primer hombre no sabe que el segundo
oculta en su corazón un revólver
amorosamente maniatado al invierno con cristales de hielo.

Cercana ya la noche, pidiéronse al menos
la prudencia de amarse en silencio, mientras el tiempo traza su camino
sobre ese jodido marzo prohibido y su pecho transgresor
siempre acechando la embriaguez del diamante en el acero ciego.


(Madrid, 1992. 26 de marzo)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

el hermafroditismo esta que hace ola aqui en este mundo, los mismos que se la dan de muy hombres son los primeros que no entienden la diferencia entre masculinidad y machismo.una solo puede occurrir cuando no tienes sensitividad hacia el cuerpo femenino y el otro cuando el hombre se somete y cae por conseguir la hombria en el hermafroditismo,tanto es asi ,que el proposito verdadero de la heterosexualidad es el de hacerle sentir a un hombre lo de las mujeres y lo de los hombre a las mujeres.por eso no te sorprenda de oir a "hombres" decir que son la otra mitad de una mujer,o que son un mismo cuerpo,algo asi como un dos en uno,y cosas que se inventan ellos.
el hacerle sexo oral a una mujer no les hace sentirse mujer,no que va ,eso son los homosexuales,los que no les gusta sentir los organos femeninos porque no les gusta el hermafroditismo,eso son los que no son hombres.los pobres,por poder llamarse machos y pretender ser mas masculinos que los masculinos homosexuales,prefieren volverse hermafroditas y tener por via directa o indirecta las mismas partes que las mujeres,y es que hasta pasan el mismo cyclo de mestruacion y todo junto con ellas como si fueran un mismo cuerpo,para eso se casan no? para sentirse "conectados" a ellas,no? hahaha.

David Lago González dijo...

Publico este comentario que ha llegado tan a destiempo porque no sé qué tiene que ver el "hermafrodistismo" con el tema del poema.

No sé si lo hace por considerarlo "una gracia" o porque es un paleto de alguna profundidad planetaria que desconozco