martes, 25 de mayo de 2010

Un accidente banal

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Un accidente banal


para Cheny


El domingo cumplí sesenta años.
Es una cifra redonda, más bien rotunda.
sólida como una piedra.
En realidad he sentido que llegaba a una nueva casa,
en la que incluso ese cierto romanticismo de los cincuenta
se diluye en algo tan certero, exactamente,
como una pedra bien dirigida a la cabeza.
Ignoro por qué,
pero esta mañana me levanté un poco triste,
y no es cuestión de preguntarme si mivida ha ido bien o mal,
si soy un frustrado o un perdedor (para nada ambas cosas son lo mismo)
o si he perdido o ganado algo con el tiempo:
ésas son tonterías
mucho más banales, incluso, que el propio accidente del aniversario.
Algunos amantes trascendentales se han acordado de mí
y he recibido los parabienes de algunos pocos amigos,
tan loables y tan de dudosa reputación
según el bibliotecario de turno los destine a un anaquel o a otro.
Los pocos familiares todavía vivos han pasado de hecho tan insípido,
pero sé que algunos se habrán acordado
porque pertenecen a esas generaciones que todavía llevan cuenta
de nacimientos y fechas luctuosas, sin necesidad
del recurso contemporáneo de la agenda.
En fin de cuentas, hacen mucho más que yo.
He pensado mucho en mi madre, que se habría extrañado del número
como si estuviera soñando algo inconcebible.
También otras almas han pasado como sise asomaran a una fiesta,
y se les ha recibido rigurosamente con el salido habitual al espíritu hermano.
Me llevaron a una churrasquería distante, a por carne y caipirinhas,
e um coração de fargo que no probé porque los corazones
o me dan pena o me dan asco.
But everything's alright, Ma: ni siquiera estoy sangrando.
Justo llego a tiempo para un nuevo servicio social recién inaugurado
que decreta una tarifa especial de sólo un euro
para ir al cine un día a la semana.
¿Qué más puedo pedir? Ahora volveré a hundirme
en los olores del cinematógrafo, en sus mullidas butacas rojas,
con un paquete de pop corns en la mano y una coca cola bien fría,
como cuando tenía la misma altura de Peter Pan y volaba junto a él
por el cielo estrellado de Varadero, desde el Kawama al Oasis,
y así volvía a empezar de nuevo, desde el Oasis al Kawama,
hasta cumplir los sesenta años.

(C) 2010 David Lago González
(Madrid, 25 de mayo de 2010)
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4 comentarios:

Zoé Valdés dijo...

Gracias por el poema, gran poema, todo en orden, como bien dices.

Margarita Garcia Alonso dijo...

Pues yo me maldigo, porque lo tengo anotado en mi libreta, y llamé a las once y despues no insisti mas y no me gusta felicitar , ya no me gusta que me feliciten, pero si que me abracen muy fuerte, me sacudan y me dejen amoratado el miedo a no verles tan seguido, lo suficiente, lo que
merecen, por no darme toda entera a quienes quiero.
David, te amo, mi amigo, perdoname.
un beso

Anónimo dijo...

Te busqué el domingo y no te encontré, estabas escondido?
Siempre te leo y sé de tus sesenta, muchos cariños para tí Tolon...

Abrazos
Mayda

Anónimo dijo...

yo los voy a cumplir el mes que viene, y necesito algunas ideas de este poema, no lo voy a copiar porque no somos iguales, somos parecidos, y siento que te encuentres tal que así, porque me imagino lo que me espera, un saludo