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Soy "contrario al normal desarrollo de las actividades".
Me lo dijo un policía en tiempos remotos, desde mi juventud más temprana.
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Lo de "contrario" es casi un término lezamiano
que podría tomarse como una fuerza metafísica, espiritual,
con la que opongo resistencia o me rebelo
ante la aceptación de algo que no solamente quieran imponerme,
sino simplemente a algo que exista por sí mismo.
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Lo de "normal"
puede ir desde un estado natural a un precepto jurídico,
pasando por una línea recta perpendicular a otra línea,
todo lo cual abarca desde la geometría hasta la astro-física,
o el cuerpo humano, que es lo más natural que hasta el momento conozco.
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Lo del "desarrollo" se interna casi en un terreno desalmado:
¿Deshago un rollo o entorpezco la acción?
¿Acreciento lo físico, lo intelectual, lo ético,
o como una japonesa tradicional someto mis pies
a la tortura de un zapato de madera para que no crezcan?
¿Explico alguna teoría?
¿Calculo alguna expresión analítica?
¿Sucedo, ocurro, acontezco de algún modo, en algún lugar?
¿O me inhibo y me fantasmo?...
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Y... ¿"las actividades"?
¿Se refiere a la prontitud en el obrar?
¿O a las tareas que corresponden a una persona? ―o a una sociedad, ¡uuhhh!―.
¿Habla de una esfera de actividad determinada o tal vez
va mucho más allá y entra ya dentro del número de átomos
que se desintegran por unidad de tiempo?
¿Quizá intenta recordar el nombre de algún volcán "en actividad"?
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Yo, sea lo que sea, no sé muy bien lo que soy.
Pero creo que en el fondo el policía llevaba razón,
porque cuando creo haber encontrado un lugar,
resulta que no, que estoy en sitio inadecuado;
cuando intento contar algo sobre mi pasado, resulta que no,
que los que no lo vivieron me dicen que no fue así, que estoy equivocado;
cuando me enamoro de alguien, quiero irme hacia lo ajeno;
y cuando estoy solo, quiero estar acompañado,
o cuando tengo compaña, añoro la soledad;
cuando voy por una calle, quiero ir por la otra;
cuando me dicen que lo mejor es callarme, hablo,
y cuando debo hablar, enmudezco.
Así que, perdone usted, señor policía, su etiqueta me ha marcado.
Soy eso mismo que usted dijo:
- desarrollo las actividades de forma contraria a lo normal,
- actúo según el normal desarrollo de la contradicción,
- normalizo lo contrario del desarrollo activo,
- contrarío lo normal desde el desarrollo de la actividad.
O sea, que me ha convencido: yo no tengo remedio
y soy un peligro a la sociedad, al estado de derecho,
a la democracia, al proletariado y a los ricos,
a sus hijos, a su madre la pobre viejita, al conductor del autobús,
a Dios, a María Santísima, a todo lo que usted quiera.
Llevaba razón: no me debo el mundo,
no me debo la vida,
no me merezco ser feliz.
¡Enciérreme usted!
Usted sí que entra dentro del "normal desarrollo de las actividades"
y su deber es impedir que yo lo entorpezca, así que, por favor,
actúe en consecuencia ¡y elimíneme de una santa vez!
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(Madrid, 21 de octubre de 1999)
© 1999 David Lago González