viernes, 6 de junio de 2008

BROKEBACK MOUNTAIN







El vaquero en la cabina, llorando
por el sello sobre su postal escrita,
aquel sello incomprensible,
aquel sello inadmisible,
escrito en arameo o en mandarín, crueles
lenguas advirtiendo que a partir de entonces
ya sí todo iría en serio;
ese vaquero, hace muchos años pasó también por mi casa
para confirmar lo que sus oídos habían creído escuchar: Jack,
mi padre, algún otro, el terrible y certero corazón de sus latidos,
se había detenido.
Como la tejana esposa, hice yo el mismo gesto de sospecha
y afirmé con palabras semejantes el viaje definitivo,
y el vaquero en la cabina, el anciano en el zaguán de mi puerta,
comenzó a llorar, comenzó a temblar,
comenzó a decir frases inconclusas, inconclusamente interminables:
“yo era... yo era... yo fui... yo soy...”
El sello, funcional, insensible, tan frío,
con las mejores credenciales de la muerte, sólo decía

“DECEASED”,

fallecido en la turbación del dolor.



(Madrid, 5 de abril de 2008)
©David Lago González