.
.
Una vida miserable
a LaMarga
.
Nunca fui amigo de personas socialmente importantes
que pudiera mencionar en los cogollitos de la hipocresía
y dejar a la empleomanía con las bocas abiertas.
Siempre fui demasiado tímido. También demasiado respetuoso.
Pude haberme acercado mucho más a Gastón Baquero, por ejemplo,
pero cuidaba demasiado que fuera a confundir mi admiración
con la babosería habitual de los bufones y los aprendices
que nunca aprenden nada por su propia incapacidad
salvo a repetir los nombres continuamente
hasta que alguien les pregunta con sorna
si no le tusó también el bigote a Marcel Proust…
Y así fue pasando el tiempo. Los festivales pasaban y pasaban
y solamente invitaban con honores a los que podían mencionar
como casi propios, los nombres de los muertos
(esos siempre permanecen callados).
.
© 2011 David Lago González
(Madrid, 17 de julio de 2011)
***