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© Robert and Shana Parkeharrison - da Vinci’s Wings (from The Architect’s Brother)
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Estamos todos en la misma carrera
alcanzando el mismo umbral a un mismo tiempo,
como una masa compacta de obreros aguerridos, o no, pamplinas,
admitámoslo de una vez: como una miríada de ovejas
desesperadamente empujadas contra las rejas del matadero,
con sus ojos espantados buscando en el vacío del reojo
un destello de la luz de Dios, o de Ribera o de Johannes Vermees,
algo divino o humano, pero inusual,
algo que nos aplaque, que nos deje como un libro abierto
descansando sobre la esquina de la mesa,
encerrando la remota esperanza de ser leído el próximo verano,
cuando retornen el bochorno y la limonada.
La ironía de esta competición es ser el último el ganador,
pobre consuelo para quien verdaderamente nunca añade sino merma,
pues el resultado tiene en la tragedia el signo menos,
cuando menos, en la quietud de la resignación
la indiferencia es el mayor triunfo: el basto fornido como brazo de atleta,
el resplandor del oro que a tanto nos compra tanto nos vende,
la altitud de la copa que nos tienta cuanto más su insolencia
como las memorias de nuestra juventud, la resolución
definitiva y san-se-acabó de la azul espada.
La retirada de Antonio fue el replegarse de la defensa
a las líneas disolutas y lamentables de la retaguardia,
la soldadesca ebria, relajada por la derrota, bajo la sombra agujereada del escudo.
Ah, Antonio querido, nunca podrías imaginar
cuántas veces me salvaste de caer de la maltrecha y vieja escalera,
cuántas veces diste la luz por mí, cuántas me alimentaste en la mesa,
y cuántas diste razón a las vastas e inmensas sábanas.
Huyó la realidad a sus ensueños,
huyó el año al mes,
la semana al día, y éste al minuto que nos quiere regalar el siguiente:
una hoja en otoño tiene mejores noches, sorpresas más alegres.
Y si te enamoras de Anderson, de Jaime, de Alexandro, de Borja,
de cómo-se-llame o cómo-venga, venga-de-dónde-venga;
si quieres que tu novia sea la espuma del algodón que se relame en el perfume;
será sólo de ti tu amor tu propio pánico, el pálpito de un umbral
desierto, cinta patética que tu pecho raja
pues vencida estaba y ganada la competencia te convierte en perdedor.
¿Tragedia?: ¡masacre!
Te revuelves colérico contra el otro corredor
porque en él ves el signo de la fatiga que en tu espejo se pierde tras la arista.
© 2007 David Lago González
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Dedicado póstumamente a mi amigo Oscar (1950-2009)
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Encontré anoche este mensaje formando parte del cuerpo de un mensaje personal dirigido en abril del 2007 a mi amigo Oscar León. No estoy seguro ahora mismo si lo tengo archivado en alguna otra parte. De paso, me parece muy apropiado para celebrar el Día del Orgullo Gay.
1 comentario:
"Coçngo", David, que fuerte.
Esta el espacio para prenderse, entre poema y foto, estremece.
abrazo
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