.
Según la dudosa ciencia de la estadística,
para todo hay límites por abajo y por arriba.
A lo largo de sesudas investigaciones y encuentas,
se estima que el hijo que sobrevive al suicidio de su madre
ronda los diez años de resistencia.
Igualmente se calcula, pero aún con más fundamento científico,
que el plazo de vida para un pequeño héroe de sangre infecta
fluctúa entre los veinte y veincinco años.
Nadie se ha atrevido a estipular cuánto duran
los que inútilmente sobreviven a excesos totalitarios
y miserias humanas llevadas a nivel de Estado,
pero yo insisto en que hay un primer periodo de inconsciencia
en que se cree que se vive --y de hecho, al fin y al cabo, se vive--.
Una segunda etapa en que esa inconscienciase hace ya tangencia.
silenciosa, profunda, llevada por dentro como una procesión
sin parafernalia folclórica pero con la convicción de una promesa.
Y una tercera en la que, de insospechada manera, toda aquella lava aflora.
Por combustión propia o provocación ajena; por rebelión de caprichosas células;
por error humano o mecánico de dos trenes que chocan
o un avión que roza la pista de Albión*, saca chispas y se incendia.
Por la teja que se desprende de una marquesina. Cualquier cosa mínima
es capaz de matar a ese muerto que ya ha superado todo pronóstico.
No quiero ser tan negro terminando aquí ladeducción,
porque en verdad os digo que en todos esos momentos se disfruta
la imitación
y la profesionalidad alcanzada
en el rigor de la más estricta representación shakespereana.
*Allen Ginsberg (Kral Majales)
(C) 2010 David Lago González
(Madrid, 4 de mayo de 2010)
.
.
Según la dudosa ciencia de la estadística,
para todo hay límites por abajo y por arriba.
A lo largo de sesudas investigaciones y encuentas,
se estima que el hijo que sobrevive al suicidio de su madre
ronda los diez años de resistencia.
Igualmente se calcula, pero aún con más fundamento científico,
que el plazo de vida para un pequeño héroe de sangre infecta
fluctúa entre los veinte y veincinco años.
Nadie se ha atrevido a estipular cuánto duran
los que inútilmente sobreviven a excesos totalitarios
y miserias humanas llevadas a nivel de Estado,
pero yo insisto en que hay un primer periodo de inconsciencia
en que se cree que se vive --y de hecho, al fin y al cabo, se vive--.
Una segunda etapa en que esa inconscienciase hace ya tangencia.
silenciosa, profunda, llevada por dentro como una procesión
sin parafernalia folclórica pero con la convicción de una promesa.
Y una tercera en la que, de insospechada manera, toda aquella lava aflora.
Por combustión propia o provocación ajena; por rebelión de caprichosas células;
por error humano o mecánico de dos trenes que chocan
o un avión que roza la pista de Albión*, saca chispas y se incendia.
Por la teja que se desprende de una marquesina. Cualquier cosa mínima
es capaz de matar a ese muerto que ya ha superado todo pronóstico.
No quiero ser tan negro terminando aquí ladeducción,
porque en verdad os digo que en todos esos momentos se disfruta
la imitación
y la profesionalidad alcanzada
en el rigor de la más estricta representación shakespereana.
*Allen Ginsberg (Kral Majales)
(C) 2010 David Lago González
(Madrid, 4 de mayo de 2010)
.
.