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Regresé a Cuba para matar a un hombre.
Es un hombre que usurpó la voz de mi padre
porque he oído más la suya que la del muerto.
Es un hombre que nos cerró la puerta de la casa
en nuestras propias narices,
nos robó todo lo que teníamos y ahora trafica con ello.
Dicen que si yo regreso y exijo que me devuelvan todo aquello,
soy un desalmado, un egoísta, un burgués patético.
Pero él vendió todo lo nuestro al primer extranjero
que pasó por la calle; vende lo que roba, ¿cómo se llama eso?
Por eso, y por otras muchas cosas, quiero matarle,
y voy a buscarle hasta en los sueños más profundos,
hasta en las pesadillas más inquietantes e insólitas,
pero lo cierto es que nunca jamás me lo he encontrado por esas dimensiones.
Es tan real, tan perversamente real, que no existe ni en los malos sueños.
En cambio, si abro los ojos, a cada rato me cruza por el lado,
a cada rato me habla al oído,
a cada rato sigue recordándome cómo debo ser.
Y creo que ya soy un poco mayor para soportar eso.
Voy a matar a ese hombre
aunque para ello tenga que matarme a mí mismo.
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(Madrid, 10 de enero de 2010)
© 2010 David Lago González
3 comentarios:
¡Tremendo poemazo!
Hola, compañera Valdés! Es que del hospital salí con la guadaña al hombro...
Arsenio Pardo commented on your blog entry
"Bello, bello"
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Thanks,
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