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a la memoria de Virgilio Piñera
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Los cadenciosos viajes en calesa por las calles empedradas de Cárdenas deben haber grabado en su corazón la fragilidad del aire. Ese corazón siempre saltando dentro a cada pisada del casco del caballo sobre el adoquín; ese pálpito al resbalar la herradura contra los cantos de la calzada; el relincho súbito; el ¡arre! impetuoso del cochero; la posibilidad siempre existente y temida de que los goznes se desprendiesen o de que el caballo se encabritara, y el olor mezclado de las dos bestias que tiraban del coche, deben haberle supuesto un paisaje de atracción y miedo que nunca desapareció de sus ojos.
Artífice mayor del teatro, que nunca supo actuar, siempre supo ser la mariposa inerme y el botín de los coleccionistas de primaveras exuberantes.
Artífice mayor de la poesía, supo como nadie dejar sobre el papel para el antes y el después la definición del amor y la repulsión que contra la piel de muchos deja la resaca de un mar que nos invade, nos ahoga y nos salva, unas veces con la silueta inapresable del agua, otras con el peso abrumador de un cuerpo, y tantas otras en la multitud que nos sentencia con su música y su sangre, y que es pasión y dolor, amor, muerte, odio: simple arena sobre la que se asienta el desierto.
"Contradicción de las contradicciones", como diría Lezama.
Al Buenos Aires de los 40 huiría intentando romper "la maldición de verse rodeado de agua por todas partes" y junto a Gombrowics compartió "piano, estera y velador", algún que otro mate, algún que otro porteño; y alguna noche, después de mucho tiempo, regresó al mar como Ulises retornando a Ítaca, pero Ítaca seguía siendo aquella isla que pesaba tanto, porque todo parece cambiar pero en el fondo todo sigue siendo igual, y las islas son como los hombres: se visten para salir a la calle y se desnudan de piel y alma, Virgilio, cuando se te meten en la cama.
Pronto volvió a ser la endeble mariposa de la poesía encubriendo su fragilidad tras el atrezzo del teatro. Botín de los coleccionistas de primaveras trémulas, a su casa de Santa Fe llamaron en "La Noche de las Tres P"*.
Y quizá pensando incluso que el mar era otro, asistió al cóctel oficial al que le habían invitado, arregladito como un principiante de Cárdenas, sonriente pero siempre temeroso de que el caballo de la calesa se encabritara. Cercana la medianoche, hizo su entrada un hermoso y aguerrido porteño que con tono bien audible preguntó por qué tenía que compartir su sitio con semejante maricón.
El comandante podía leer a Nietzche, pero nunca jamás podría comprender "La isla en peso": para empezar a entenderla hay que verse y sentirse "rodeado de agua por todas partes".
El cóctel se reanudó después de la expulsión de la indiscreta mariposa que por una noche había osado pensar que el mar era capaz de cambiar.
Luego se refugió en su flor a jugar a las cartas con viejas damas de El Vedado.
Salía poco, y temblaba. Su palabra era débil, y temblaba.
Y murió un día, como mueren las mariposas, de tanto temblar ante la fuerza del viento.
Todo el polen que almacenó de las flores de la vida y la muerte fue puesto a buen recaudo. Por todas partes pululan coleccionistas ávidos por clavar alfileres sobre las alas; puede que ni siquiera piensen en el dolor de la mariposa que acaban de añadir a su libro de insectos disecados.
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Cada vez que veo la mirada al viento sobre los pechos ignorantes pienso en aquel cóctel para dos de hace tantos años: entre el comandante y el poeta, me reservo el hacedor del silencio.
Nunca ondeará sobre mi pecho una camiseta con su rostro de viejo pánico, pero dentro de mis oídos siempre escucharé su trémula voz en sordina intentando no desatar las furias del vecino de abajo.
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(Madrid, 20 de Abril de 1999)
© 1999 David Lago González
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NOTA DEL BLOGGER Y AUTOR: Sobre el incidente entre el poeta y el comandante, o más bien lo que el comandante dice sobre el poeta, he escuchado varias versiones. Una se refiere a un libro del poeta sobre el "bureau" del comandante, pero ¿quién iba a dejar un libro de Virgilio PIñera en el despacho del Che Guevara? Suena un poco absurdo. Así que por razones menos absurdas y más obvias, preferí esta otra versión que hace coincidir a los protagonistas en un "cocktail" en los tiempos de la "early Revolution".
*"La Noche de las tres P" es el nombre por el que se conoce la primera gran redada de la era revolucionaria. Las "tres P" vienen dadas porque "la recogida" iba dirigida contra Putas, Proxenetas y Pederastas (entendiéndose por "pederastas" los homosexuales masculinos; Cuba nunca fue un país tan civilizado como los norte-europeos donde el índice de las desviaciones sexuales es casi proporcional al concepto de "desarrollado".)