viernes, 11 de septiembre de 2009

Un hombre sin señor

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para Mª Gina Valero

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Soy un hombre sin señor.

Es triste la vida de un hombre sin señor.

Deambula en lo más temprano de la mañana

por las calles del barrio viejo.

Por demás, esas horas matinales

son el único momento

en que una tranquila felicidad parecida al bienestar

puede entregarse por completo.

Ésa es la meta de un hombre sin señor: un sentimiento plano

pero extenso, prolongado,

lejos de la pasión irracional que recuerda como una fragancia,

sin herida ni sangre vertida, sin rencor ni regresión.

La dicha verdadera, se dice,

sólo se alcanza después de la desdicha de amar como un obseso,

siempre con el cuerpo gravitando sobre el vacío de su cuerpo,

siempre temiendo el espacio infinito casi

en que ese cuerpo deja de ser sólido para convertirse en hueco,

y como el espíritu de un muerto a su lado caminar,

beber, desayunar, leer juntos las noticias de cada día,

ver sus ojos en la silla desierta de al lado: ése

es un premio no reservado para los veinteañeros.

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(Madrid, 11 de septiembre de 2009)

© 2009 David Lago González

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